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12 de julio de 2025 a las 23:55

¡Salvado del linchamiento!

La tensión se palpa en el aire de Ecatepec. El hartazgo, como una olla a presión, finalmente ha estallado. La tarde del viernes, en la calle Marte de la colonia Valle de Anáhuac, la indignación popular se convirtió en una furia contenida a duras penas. Un hombre, señalado como extorsionador y presunto "Madrina" –término que hiela la sangre al evocar la siniestra figura de quien, amparado en la sombra de la autoridad, comete fechorías–, fue capturado por la propia comunidad. Imaginen la escena: vecinos, comerciantes, rostros curtidos por el sol y la adversidad, unidos por la rabia y el deseo de justicia. Manos que, día a día, trabajan arduamente para levantar sus negocios, para llevar el sustento a sus familias, se convirtieron en puños cerrados, dispuestos a hacer lo que las autoridades, según su percepción, no hacen: protegerlos.

A pesar del despliegue de fuerzas de seguridad –Policía Estatal, Ejército, Marina, Guardia Nacional y Policía Municipal–, la percepción de inseguridad persiste, corrosiva, en las calles de Ecatepec. La presencia de estos cuerpos, que en teoría debería infundir tranquilidad, se percibe como un adorno inútil, un escenario montado mientras el crimen continúa su danza macabra. "Blindado" es la palabra que se usa, pero la realidad que viven los habitantes es un constante recordatorio de la fragilidad de ese blindaje, de la facilidad con la que la delincuencia lo penetra, dejando tras de sí un reguero de miedo e impotencia.

¿Qué lleva a una comunidad a tomar la justicia por su mano? ¿Desesperación? ¿Indignación? ¿La sensación de abandono por parte de quienes juraron protegerlos? Las respuestas son complejas, un entramado de frustraciones acumuladas, de promesas incumplidas, de la palpable sensación de que la ley, en lugar de un escudo protector, se ha convertido en un laberinto burocrático donde la justicia se pierde.

La imagen del hombre atado a un poste, a merced de la furia colectiva, es un crudo testimonio de esta realidad. Una imagen que interpela, que nos obliga a reflexionar sobre las fallas del sistema, sobre la necesidad de reconstruir la confianza entre la ciudadanía y las instituciones. Afortunadamente, la intervención de la policía, aunque tardía para la percepción de muchos, evitó un desenlace fatal. El presunto delincuente fue rescatado de las manos de la turba, y ahora será la Fiscalía del Estado de México la encargada de llevar a cabo la investigación correspondiente.

Un juez determinará su situación jurídica, pero más allá del veredicto, el incidente deja una profunda herida en el tejido social de Ecatepec. Una herida que requiere más que un simple curita, que exige una profunda reflexión sobre las causas que la originaron. ¿Cómo reconstruir la confianza perdida? ¿Cómo garantizar la seguridad de los ciudadanos sin caer en la barbarie de la justicia por mano propia? Estas son las preguntas que resuenan en las calles de Ecatepec, preguntas que exigen respuestas urgentes, respuestas que no pueden esperar. La sombra de la violencia se cierne sobre la comunidad, y solo a través del diálogo, la cooperación y la acción decidida de las autoridades se podrá disipar. El futuro de Ecatepec depende de ello.

Fuente: El Heraldo de México