La impactante historia de Jessica Esotérica ha conmovido a miles. Su reciente accidente, donde una barra metálica perforó su implante de seno durante la marcha del orgullo LGBTIQ+, la llevó a una cirugía de emergencia y a un coma inducido, abriendo una ventana a un mundo entre la vida y la muerte que la vidente describe como un encuentro celestial e infernal a la vez. Imaginen, estar al borde del abismo y reencontrarse con la figura materna, sentir su abrazo y escuchar palabras de orgullo por la vida construida, por la lucha incansable por los derechos de la comunidad LGBTIQ+. Una experiencia profundamente conmovedora, un bálsamo para el alma, pero contrastada con la crudeza de un encuentro fantasmal con la figura paterna, cargado de insultos y reproches, un eco de la violencia vivida en la infancia. Jessica lo describe como una conversación con Dios y el diablo al mismo tiempo. Un torbellino de emociones que nos deja sin aliento.

Su testimonio, cargado de valentía, nos revela una infancia marcada por la intolerancia y la violencia. Golpes, desmayos, intentos de “curarla” de su homosexualidad. Un retrato desgarrador de una época oscura donde la ignorancia y el prejuicio se imponían sobre el amor y la aceptación. Jessica recuerda los golpes de su madre, la espalda marcada como la de Jesucristo, encogida en posición fetal intentando protegerse del dolor. Un dolor físico y emocional que resonaría a lo largo de su vida. Y la confesión más escalofriante: un intento de asesinato por parte de su padre a la temprana edad de 10 años, motivado por su orientación sexual. Una realidad difícil de digerir, un testimonio que nos confronta con la brutalidad que aún se esconde en nuestra sociedad.

A pesar de todo, Jessica, con una entereza admirable, elige no ser víctima. Decide transformar el dolor en fortaleza, en un motor para su lucha por la igualdad y la visibilidad. No busca culpables, no se regodea en el rencor. Comprende la complejidad de la época, la dificultad de aceptar lo diferente. "Eran los 60", justifica, intentando comprender las acciones de sus padres. Una muestra de empatía excepcional, una lección de humanidad que nos invita a la reflexión.

A los 10 años, sola, cruzó la frontera hacia Estados Unidos, dejando atrás un pasado doloroso. Un nuevo comienzo, una vida construida con esfuerzo y perseverancia. De limpiar un bar a convertirse en la primera mujer trans en conducir un programa de radio esotérico. Una historia de superación, un ejemplo de resiliencia que inspira. 40 años de trayectoria la avalan, 40 años de lucha, de aprendizaje, de crecimiento.

Jessica Esotérica no solo es una vidente, es un símbolo de lucha, un testimonio viviente de la capacidad del ser humano para superar la adversidad. Su historia nos conmueve, nos invita a la reflexión y nos recuerda la importancia de la tolerancia, el respeto y la empatía. Una historia que merece ser escuchada, una voz que debe resonar en cada rincón de nuestra sociedad.