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12 de julio de 2025 a las 09:25
Migrar vs. Desplazar: ¿Cuál es tu realidad?
La creciente ola de nómadas digitales que arriban a ciudades como la Ciudad de México ha desatado un acalorado debate sobre la gentrificación y sus implicaciones. Muchos argumentan que este fenómeno no es más que una forma de migración, equiparando la experiencia de un profesional extranjero con altos ingresos a la de un migrante que busca mejores oportunidades. Sin embargo, esta comparación resulta superficial y, en última instancia, perjudicial para la comprensión del problema.
Confundir migración con gentrificación es como comparar manzanas con naranjas. Mientras que la migración, en muchos casos, es un acto de supervivencia, una búsqueda desesperada por escapar de la pobreza, la violencia o la falta de oportunidades, la gentrificación se basa en la elección y el privilegio. Un migrante, por lo general, llega con escasos recursos, buscando integrarse en la comunidad y contribuyendo a la economía local desde la base. Su prioridad es encontrar un lugar asequible para vivir, a menudo en zonas periféricas o con menor desarrollo. No llega imponiendo un estilo de vida ni transformando el entorno a su imagen y semejanza.
Por otro lado, el nómada digital, generalmente proveniente de países con economías más fuertes, llega con un poder adquisitivo significativamente mayor al del residente promedio. Busca comodidades, experiencias y un estilo de vida específico, a menudo occidentalizado, que impulsa la transformación de los barrios. Esta demanda de servicios y espacios “modernos” eleva los precios de las rentas, desplazando a los habitantes originales que ya no pueden costear el costo de vida en su propio barrio. Los comercios tradicionales, que atendían las necesidades de la comunidad local, son reemplazados por cafés, restaurantes y boutiques que se adaptan al gusto y presupuesto del nuevo residente extranjero.
La gentrificación, por lo tanto, no se trata simplemente de la llegada de extranjeros, sino de la transformación del espacio urbano impulsada por el capital y el consumo. Es un proceso que erosiona la identidad cultural de los barrios, desplaza a sus habitantes históricos y profundiza la desigualdad socioeconómica. Si bien la presencia de nómadas digitales puede ser un catalizador, el problema de fondo radica en la falta de políticas públicas que protejan a los residentes vulnerables y regulen el mercado inmobiliario.
Es fundamental entender que la migración es un fenómeno complejo con múltiples causas y consecuencias, y no debe ser utilizada para justificar la gentrificación. Minimizar el impacto de la gentrificación equiparándola a la migración desvía la atención de la verdadera crisis: la falta de acceso a una vivienda digna para la población local. En lugar de buscar culpables individuales, debemos enfocarnos en soluciones estructurales que promuevan el desarrollo urbano equitativo y sostenible, protegiendo a los más vulnerables y garantizando el derecho a la ciudad para todos. Es necesario implementar políticas de control de rentas, fomentar la construcción de vivienda social y promover la participación ciudadana en la planificación urbana. Solo así podremos construir ciudades más justas e inclusivas, donde la diversidad cultural sea una fuente de riqueza y no un factor de desplazamiento.
Fuente: El Heraldo de México