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12 de julio de 2025 a las 09:00

El último adiós a Julián Figueroa: Imelda Garza revela detalles desgarradores.

La partida de Julián Figueroa sigue siendo una herida abierta en el corazón de la música mexicana. Más allá de los comunicados oficiales y las especulaciones, la voz que realmente importa, la de Imelda Garza Tuñón, su viuda, finalmente se ha alzado para compartir el desgarrador relato de los últimos días de Julián y el impacto devastador de su pérdida. Sus palabras, cargadas de dolor y honestidad, nos permiten vislumbrar la lucha interna que enfrentaba el joven artista, una batalla contra las adicciones que, a pesar de sus esfuerzos, terminó por consumirlo.

El recuerdo del olor que impregnaba el espacio donde encontró a Julián sin vida es una imagen que persigue a Imelda. Ese olor, como una marca indeleble en su memoria, se ha convertido en un símbolo constante de la tragedia. Un aroma que, como el café que evoca recuerdos cotidianos, le trae de vuelta la crudeza de aquel momento, una asociación sensorial que la atormenta y que probablemente la acompañará por siempre. Su valentía al compartir este detalle tan íntimo nos permite comprender la profundidad de su dolor, un dolor que va más allá de la tristeza y se adentra en el terreno de lo sensorial, lo imborrable.

Las adicciones, ese monstruo silencioso que acechaba a Julián, son descritas por Imelda no como una debilidad, sino como una enfermedad contra la que él luchaba incansablemente. A pesar de sus deseos de cambio, de la promesa de un futuro mejor, la tristeza profunda que lo embargaba lo arrastraba una y otra vez hacia el abismo. Sus palabras revelan la complejidad de la situación, la lucha interna de un joven talentoso atrapado en un ciclo destructivo, y el sufrimiento de quienes lo rodeaban, impotentes ante su dolor.

La anécdota del sábado previo a su muerte, cuando Julián, aparentemente bajo los efectos de alguna sustancia, veía serpientes en su habitación, es un testimonio escalofriante de la batalla que libraba. La confusión, las alucinaciones, el miedo que transmitía a su propio hijo, pintan un cuadro desolador de los últimos momentos de Julián. Esta imagen, grabada a fuego en la memoria de Imelda, nos recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de abordar el tema de las adicciones con seriedad y compasión.

El pequeño José Julián, hijo de la pareja, aún habla de su padre en presente, un conmovedor mecanismo de defensa que le permite mantener viva la imagen de su padre. En su inocencia, José Julián encuentra consuelo en la idea de que su papá sigue presente, un testimonio de la fuerza del amor y la capacidad de los niños para encontrar la luz incluso en las circunstancias más oscuras.

La entrevista de Imelda Garza Tuñón es un acto de valentía y un llamado a la reflexión. Su testimonio, crudo y honesto, nos invita a mirar más allá de la imagen pública y a comprender la complejidad del ser humano. Es un recordatorio de que detrás de la fama y el éxito, existen personas que luchan contra sus propios demonios, y que necesitan apoyo y comprensión. La historia de Julián Figueroa, un talento truncado por las adicciones, es una tragedia que debe servir para concientizar sobre la importancia de la salud mental y la prevención.

Fuente: El Heraldo de México