
11 de julio de 2025 a las 12:05
¿La suerte de Sonia Hernández?
La historia de Sonia Hernández es una oda a la resiliencia, una melodía compuesta de sudor, superación y una pizca de casualidad. De las notas musicales a las zancadas firmes, su camino hacia la élite del atletismo mexicano es un testimonio inspirador de que los límites son autoimpuestos. Imaginen: una tibia con microfracturas, un diagnóstico que resonaba como una sentencia definitiva: "No volverás a correr". Para muchos, este sería el fin de un sueño, pero para Sonia, fue el preludio de una nueva composición, una donde el ritmo lo marcaban sus pies sobre el asfalto.
Su incursión en el ejército, un capítulo casi accidental en su vida, fue el crisol donde se forjó su resistencia. La disciplina militar, la exigencia física y la constancia se convirtieron en las herramientas que esculpirían a la corredora que es hoy. Ironías del destino, la música, su verdadera pasión, la llevó a un entorno que, sin saberlo, la prepararía para los retos de las carreras de fondo. Oaxaca, tierra de sabores intensos y paisajes mágicos, fue el escenario de su renacimiento deportivo. Unas vacaciones, una carrera de 10 kilómetros, un segundo lugar inesperado… ¿Acaso el aire oaxaqueño susurraba secretos de velocidad y resistencia a sus oídos?
De comprar su número en el Medio Maratón de la Ciudad de México 2024 a recibir una cortesía en 2025, el ascenso de Sonia es meteórico. Novena mejor mexicana, codeándose con la élite keniana, su nombre empieza a resonar con fuerza en el panorama atlético nacional. Cada competencia es un nuevo desafío, una oportunidad para pulverizar su mejor marca, para acercarse un poco más a ese podio que anhela. Una hora, dieciocho minutos y once segundos… un tiempo que persigue con la misma tenacidad con la que un músico afina su instrumento.
Las medallas que brillan bajo su televisor no son simples trofeos, son las notas que componen la sinfonía de su esfuerzo. Cada una cuenta una historia de perseverancia, de kilómetros devorados con la fuerza de una voluntad inquebrantable. Sonia no solo corre contra el reloj, corre contra sus propios límites, contra las voces que le decían que no podía. Y en cada zancada, demuestra que la música y el atletismo, aunque aparentemente dispares, comparten la misma esencia: la pasión, la disciplina y la búsqueda constante de la excelencia.
Su mirada fija en el horizonte, Sonia Hernández no solo corre, vuela. Vuela impulsada por la convicción de que el podio la espera. Y nosotros, como espectadores privilegiados, nos emocionamos con su historia, una historia que nos recuerda que los sueños, como las semillas, necesitan de tierra fértil, riego constante y una buena dosis de coraje para florecer. ¿Logrará Sonia alcanzar su meta? El tiempo, ese juez implacable, lo dirá. Pero una cosa es segura: su trayectoria, ya es una victoria.
Fuente: El Heraldo de México