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11 de julio de 2025 a las 06:05
Infante confiesa culpa en tragedia de Los Temerarios
La carrera de Gustavo Adolfo Infante, un rostro inconfundible en el mundo del espectáculo mexicano, es un tapiz tejido con hilos de aciertos y desaciertos, de primicias impactantes y, también, de profundos arrepentimientos. Su trayectoria, que abarca más de tres décadas, lo ha catapultado a la cima del periodismo de entretenimiento, convirtiéndolo en una figura de referencia, una voz que resuena en los hogares mexicanos. Pero este recorrido no ha estado exento de tropiezos, de momentos en los que las palabras, pronunciadas con la premura de la noticia, han dejado una huella imborrable, no solo en la memoria colectiva, sino también en la conciencia del propio Infante.
Recientemente, el reconocido conductor revivió uno de esos episodios que lo han marcado profundamente. Durante una dinámica en el programa "Sale el Sol", Infante se sinceró sobre lo que considera uno de sus errores más graves en televisión. El incidente se remonta a casi 30 años atrás, en el contexto del secuestro de Julio Ángel Alba, padre de los icónicos integrantes de Los Temerarios, Gustavo y Adolfo Ángel. En aquel entonces, Infante, con la inexperiencia propia de los inicios de su carrera, comentó sobre el lujoso automóvil que poseía el señor Alba, un BMW 750, una rareza en el México de aquella época. Sus palabras, sin medir las consecuencias, resonaron en un momento de extrema vulnerabilidad para la familia Ángel, ya que poco después, al padre de los cantantes le fueron mutilados dos dedos por sus captores.
La culpa, como una sombra, persiguió a Infante durante años. El peso de sus palabras, pronunciadas con la ligereza de la juventud, se transformó en un profundo remordimiento al conocer el impacto que tuvieron en la tragedia que vivía la familia Ángel. El encuentro posterior con el señor Alba, quien le confesó el dolor que le causaron sus comentarios, grabó a fuego en la memoria de Infante la importancia de la responsabilidad que conlleva el poder de la comunicación. Un recordatorio constante de que las palabras, especialmente en momentos de crisis, pueden tener consecuencias devastadoras.
El secuestro de Julio Ángel Alba, perpetrado en 1997 por la banda delictiva conocida como "Los Mochadedos", fue un episodio que conmocionó al país. Este grupo criminal, presuntamente involucrado también en el secuestro de Vicente Fernández Jr., utilizaba la mutilación como método de presión para obtener el rescate de sus víctimas. La familia Ángel, tras este traumático suceso, decidió mudarse a Estados Unidos, aunque Gustavo Ángel Alba, en declaraciones a la prensa, ha negado que la inseguridad fuera el único motivo de su partida, dejando entrever la complejidad de la decisión y el impacto duradero del secuestro en sus vidas.
Este episodio en la vida de Gustavo Adolfo Infante nos invita a reflexionar sobre la ética periodística y la responsabilidad que implica el manejo de la información, especialmente en casos sensibles como los secuestros. Nos recuerda que detrás de las noticias, hay historias humanas, familias que sufren, y que las palabras, utilizadas sin la debida consideración, pueden infligir un dolor profundo e irreparable. La experiencia de Infante, aunque dolorosa, se convierte en una valiosa lección para las nuevas generaciones de periodistas y para todos aquellos que utilizan la comunicación como herramienta de trabajo. Una lección sobre la importancia de la empatía, la prudencia y la responsabilidad que conlleva el poder de la palabra.
Fuente: El Heraldo de México