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11 de julio de 2025 a las 09:20

Dona órganos, salva vidas.

La espera por un trasplante es una carrera contra el tiempo, una angustiante incertidumbre que se cierne sobre miles de familias mexicanas. Imaginen la desesperanza de saber que la vida de un ser querido pende de un hilo, mientras la lista de espera se alarga inexorablemente. Dieciséis mil mexicanos, padres, madres, hijos, hermanos, amigos, se enfrentan a esta cruel realidad cada año. No es una simple estadística, son vidas truncadas, sueños postergados, un vacío irreparable en el tejido social. Y lo más trágico es que muchas de estas muertes podrían evitarse. No por falta de órganos disponibles, sino por la falta de un simple trámite: el registro como donante.

La paradoja es palpable: ocho de cada diez mexicanos apoyan la donación de órganos, ven en ella un acto altruista, una forma de trascender, de dejar un legado de vida. Sin embargo, esta convicción no se traduce en acción. Solo un pequeño porcentaje, apenas un 5.2%, ha formalizado su voluntad de donar. Nos debatimos entre la intención y la concreción, entre el deseo de ayudar y la postergación indefinida. Ese “luego lo hago”, ese “no tengo tiempo”, se convierte en una barrera infranqueable que condena a miles a la espera eterna.

La solución, aunque compleja, es tangible: un modelo de consentimiento presunto más ambicioso. Un cambio de paradigma que nos coloque a todos, por defecto, del lado de la vida. Imaginen un sistema en el que la donación sea la norma, en el que se asuma la voluntad de dar a menos que se exprese lo contrario. Un sistema que refleje la generosidad inherente a nuestro pueblo, que simplifique el proceso y elimine la carga emocional que recae sobre las familias en momentos de profundo dolor. Este cambio, aparentemente sencillo, podría salvar hasta ocho mil vidas al año en México.

Es cierto que existen inquietudes sobre la autonomía individual. Pero un modelo de consentimiento presunto bien diseñado, con mecanismos claros, accesibles y transparentes, puede garantizar el respeto a las decisiones personales. La posibilidad de manifestar la negativa a donar debe ser fácil y expedita. Se trata de ofrecer la opción, no de imponer la obligación. Aferrarnos al sistema actual, en cambio, es una condena a la inacción, una decisión que se cobra miles de vidas cada año.

La experiencia internacional nos muestra el camino. Países como España, Francia y Gales, pioneros en la implementación del consentimiento presunto, han logrado resultados extraordinarios. No sólo han incrementado la disponibilidad de órganos, sino que también han optimizado los procesos de procuración y trasplante, reduciendo los tiempos de espera y mejorando la calidad de vida de miles de personas. España, en particular, pasó de ser uno de los países con menor tasa de donación a convertirse en un referente mundial. Su ejemplo es una prueba irrefutable del potencial transformador de este modelo.

México tiene la oportunidad de liderar este cambio en América Latina. Por su tamaño y influencia regional, una reforma bien implementada podría generar un efecto dominó en la región, salvando miles de vidas y consolidando un sistema de salud más justo y equitativo. El intento de 2018, aunque fallido, nos dejó valiosas lecciones. Es imperativo aprender de los errores del pasado, fortalecer la comunicación pública, involucrar a todos los actores clave y construir un consenso social sólido.

La urgencia apremia. Cada día que pasa, miles de mexicanos se debaten entre la esperanza y la desesperación. No podemos permanecer impasibles ante el sufrimiento ajeno. La inacción no es neutral, tiene un costo humano incalculable. Es tiempo de actuar, de alinear nuestras políticas públicas con nuestros valores, de construir una sociedad más solidaria y comprometida con la vida. La ciencia y la evidencia nos respaldan. ¿Qué estamos esperando?

Fuente: El Heraldo de México