
11 de julio de 2025 a las 09:20
Construyendo un Mundo Mejor: El Poder del Civismo
En un mundo cada vez más interconectado, donde la vorágine diaria nos empuja a menudo al individualismo, el civismo se erige como un faro de esperanza, un recordatorio de nuestra responsabilidad compartida en la construcción de una sociedad más justa y armoniosa. Mucho se habla de la crisis de civismo que permea nuestras sociedades, desde la agresividad al volante hasta la indiferencia ante la basura en las calles, pasando por la falta de respeto en las redes sociales. Pero, ¿es realmente una crisis irreversible o una oportunidad para el cambio?
La realidad es que el civismo, esa amalgama de respeto, responsabilidad y consideración hacia el otro, no es un lujo de sociedades avanzadas, sino la piedra angular sobre la que se construyen. No se trata de una utopía inalcanzable, sino de una práctica cotidiana, una serie de micro-acciones que, sumadas, tejen la trama de una convivencia pacífica y productiva. Imaginemos por un momento una ciudad donde los conductores ceden el paso, donde se agradece un gesto amable, donde se respeta el espacio público como si fuera propio. No suena a una fantasía, ¿verdad? Ese es el poder del civismo: transformar la realidad a través de pequeños actos de conciencia.
La clave reside en comprender que el civismo no es una imposición externa, sino una decisión personal, una inversión inteligente en el bienestar colectivo. Cuando cedemos el paso a un peatón, no solo estamos facilitando su tránsito, sino depositando un crédito en el banco de la confianza social. Cada gesto de cortesía, cada acto de respeto, nutre ese capital intangible que nos permite vivir en un entorno más seguro, más amable y más próspero. No es casualidad que las sociedades con altos índices de civismo presenten también menores tasas de criminalidad y mayor bienestar general.
El civismo se aprende en el hogar, se cultiva en la escuela y se fortalece en la comunidad. No se trata de memorizar normas de etiqueta, sino de internalizar valores como la empatía, la solidaridad y el respeto. Es esencial promover una cultura de la autocrítica, donde cada uno de nosotros asuma su responsabilidad en la construcción de una sociedad más cívica. No podemos exigir al gobierno lo que no estamos dispuestos a practicar en nuestro día a día. La transformación social comienza en el individuo, en la decisión consciente de ser mejores ciudadanos.
El reto actual es revertir la normalización de la agresividad, la descortesía y el individualismo. Debemos recordar que la tolerancia no es sinónimo de indiferencia, y que la auténtica libertad se ejerce con responsabilidad, considerando el impacto de nuestras acciones en los demás. El civismo no es un gasto, sino una inversión. Una inversión en un futuro donde la convivencia pacífica sea la norma, y la solidaridad, el motor del progreso. Es hora de recuperar la cordialidad como un arte colectivo, una tecnología social que nos permita construir un mundo más humano y habitable para todos. El cambio empieza por nosotros mismos. Empieza hoy.
Fuente: El Heraldo de México