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11 de julio de 2025 a las 05:45

¡Alerta! Tu nariz podría estar anunciando malas noticias.

El aire se espesa, una densidad invisible se instala en el ambiente, y un olor nauseabundo, a carne en descomposición, invade las fosas nasales. No hay origen aparente, ninguna fuente de putrefacción a la vista. La limpieza impoluta del lugar contrasta con la fetidez que impregna todo. Es entonces cuando la inquietud se apodera de la mente, un escalofrío recorre la espalda y la ancestral pregunta emerge: ¿es solo un olor, o es algo más?

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha asociado los olores inexplicables con la presencia de lo invisible, de lo sobrenatural. En el esoterismo, el olor a podrido se interpreta como una señal, un mensaje del más allá, a menudo asociado con entidades demoníacas. No se trata de una simple metáfora, sino de una creencia arraigada en la tradición mística de diversas culturas. Se cree que estas entidades, al manifestarse en nuestro plano, alteran la energía del ambiente, dejando su huella olfativa como testimonio de su paso.

Los antiguos grimorios, textos que compilaban conocimientos sobre magia y demonología, describen con detalle la relación entre los olores y la presencia de demonios. Los exorcistas medievales, considerados expertos en la detección de estas entidades, se guiaban por el olfato, rastreando la pestilencia demoníaca como sabuesos siguiendo una presa. No se limitaban a percibir el hedor a carne podrida; también identificaban otros aromas, como el azufre, que se asocia con el infierno y la actividad demoníaca. Incluso se habla de fragancias seductoras, emanadas por íncubos y súcubos, entidades demoníacas que se alimentaban de la energía sexual de los humanos, atrayéndolos con aromas embriagadores para luego dejar un rastro fétido, como residuo de su nefasta influencia.

La figura de la bruja también está envuelta en una nube de olores misteriosos. Si bien se les atribuye un olor a ciénaga o excremento, se cree que este aroma pestilente sirve para enmascarar el verdadero olor a azufre, indicativo de su pacto con las fuerzas oscuras. Es una estrategia de ocultamiento, una forma de disimular su verdadera naturaleza ante el mundo.

Pero más allá de las interpretaciones esotéricas, la ciencia también nos ofrece una explicación para la conexión entre los olores y las experiencias sobrenaturales. Nuestro cerebro procesa los olores en la misma región que los pensamientos intuitivos y las emociones. Un aroma puede desencadenar recuerdos vívidos, transportándonos a momentos del pasado, o evocar sentimientos intensos, incluso sin una explicación lógica. En situaciones de estrés o sugestión, es posible que el cerebro interprete un olor neutro, o incluso inexistente, como algo desagradable, asociándolo con la presencia de algo maligno.

El misterio que envuelve a los olores inexplicables sigue fascinando e inquietando. ¿Se trata de manifestaciones del más allá, de juegos de la mente, o simplemente de fenómenos aún sin explicación científica? La respuesta, como el aroma a podrido que flota en el aire, permanece intangible, esperando ser descifrada. Mientras tanto, la próxima vez que perciba un olor fétido sin origen aparente, pregúntese: ¿es solo un olor, o es algo más?

Fuente: El Heraldo de México