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10 de julio de 2025 a las 09:10

Ovación total

La figura de Omar García Harfuch se alza en el panorama nacional como un atisbo de esperanza en medio de la tormenta de inseguridad que azota a México. No se trata de proclamarlo un mesías, ni la panacea a todos los males, pero sus resultados, innegables, son un bálsamo en una realidad lacerante. La efectividad de sus operativos contrasta con la tibia respuesta de otras dependencias, donde las capturas de criminales parecen ser la excepción y no la regla. ¿A qué se debe este cambio? ¿A la presión del gobierno de Donald Trump? Si ese fuera el caso, bienvenidas sean las presiones externas si resultan en una mejora palpable para la seguridad de los mexicanos. Lo importante es que los delincuentes sean aprehendidos y puestos a disposición de la justicia.

Algunos argumentan que el éxito de García Harfuch radica en el abandono de la fallida estrategia de "abrazos, no balazos" y la implementación de una estrategia real. Sea cual sea la razón, los resultados están a la vista. Claro está que el cáncer del crimen organizado que corroe a México no se erradicará de la noche a la mañana, ni en un solo sexenio. Se requiere un esfuerzo conjunto, sostenido y coordinado de todas las instancias gubernamentales, una verdadera cruzada nacional contra la delincuencia. García Harfuch no es Batman, no puede hacerlo solo, pero al menos ha dado el primer paso, un paso firme y decidido en la dirección correcta.

La tarea es titánica. El crimen organizado cuenta con un poder de fuego, una capacidad logística y una red de inteligencia que superan con creces las de las fuerzas del orden. Pero la peor opción es la inacción, permitir que la delincuencia siga extendiendo sus tentáculos y sembrando el terror en la sociedad. Ante esta adversidad, la postura de García Harfuch se distingue no solo por su eficacia operativa, sino también por su franqueza. En las mañaneras, mientras algunos paleros se dedican a difundir mentiras para desprestigiar a la oposición, García Harfuch se mantiene firme, apegado a la verdad, incluso cuando esto significa contradecir a los detractores del gobierno. Su respuesta a las acusaciones infundadas sobre el supuesto desvío de recursos del huachicol al gobierno de Guanajuato es un ejemplo de su integridad y compromiso con la verdad.

Ante este escenario, surge la inevitable pregunta: ¿Podría Omar García Harfuch ser un candidato presidencial viable? La respuesta es compleja. Para amplios sectores de la población, representa la figura ideal, un líder capaz y decidido. Sin embargo, dentro del propio partido Morena, las corrientes más recalcitrantes le ven como una amenaza. El episodio del despojo de la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la CDMX es una muestra palpable de esta resistencia.

La situación se complica aún más por la presunta vinculación de algunos miembros de Morena con el crimen organizado. Estos grupos, naturalmente, ven en García Harfuch un enemigo y un obstáculo para sus actividades ilícitas. ¿Cómo explicar, si no, la incapacidad del gobierno anterior para detectar la micro refinería en Veracruz que García Harfuch desmanteló a los pocos meses de asumir su cargo? ¿O los más de 25 millones de litros de combustible decomisados en cisternas de tren? Cantidades tan descomunales que resulta inverosímil que pasaran desapercibidas en el sexenio anterior.

En medio de la vorágine de violencia, los asesinatos de inocentes y la presión internacional, los logros de García Harfuch, aunque insuficientes, son un respiro de aire fresco. Sus acciones no solo contribuyen a mejorar la seguridad, sino que también representan un gesto positivo hacia el gobierno de Donald Trump. Mientras la SSPC, bajo el liderazgo de García Harfuch, implementa una estrategia integral y sin distingos partidistas, la FGR parece operar al servicio de Morena y no de la justicia. Esta "procuración selectiva de justicia" pone en riesgo los avances logrados por García Harfuch, ya que los detenidos que presenta no siempre son procesados o investigados adecuadamente.

Los éxitos de García Harfuch incomodan a ciertos sectores dentro de Morena. ¿Será que sus operativos tocan las fibras sensibles de algunos de sus miembros? La pregunta queda en el aire, pero la realidad es que la lucha contra el crimen organizado en México es una batalla compleja y multifacética, donde los intereses políticos y las lealtades partidistas a menudo se entrelazan con la criminalidad.

Fuente: El Heraldo de México