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10 de julio de 2025 a las 09:25

Ahorra en elecciones: Vota inteligente

El descomunal gasto que México destina a sus procesos electorales se ha convertido en un tema de urgente debate nacional. La cifra, que supera fácilmente los 50 mil millones de pesos al sumar los costos federales y estatales, incluyendo órganos electorales, tribunales y financiamiento a partidos, resulta abrumadora, especialmente cuando se compara con los presupuestos asignados a áreas cruciales como salud, educación y seguridad. Ante este panorama, la pregunta obligada es: ¿cómo podemos racionalizar estos recursos sin comprometer la integridad y la transparencia de nuestro sistema democrático?

Uno de los puntos neurálgicos del problema radica en el financiamiento público a los partidos políticos. La cantidad destinada a estas organizaciones, que asciende a miles de millones de pesos, resulta excesiva y desproporcionada, especialmente considerando la desconfianza ciudadana que generan y los cuestionamientos sobre la rendición de cuentas. Reducir drásticamente este financiamiento, estableciendo mecanismos claros y transparentes para su asignación y fiscalización, sería un primer paso fundamental para aligerar la carga presupuestal.

Más allá del financiamiento a partidos, el Instituto Nacional Electoral (INE) también debe someterse a un exhaustivo análisis de sus gastos. Si bien el Instituto ha demostrado su capacidad para organizar elecciones complejas, es innegable que existen áreas de oportunidad para optimizar sus procesos y reducir costos. La compra de materiales electorales, por ejemplo, se presta a la opacidad y a la posible formación de oligopolios que inflan los precios. Es necesario impulsar la competencia entre proveedores, incentivando la innovación y la eficiencia en la producción de materiales, como las mamparas, las urnas y las boletas electorales. ¿Es realmente necesario imprimir boletas para la totalidad del padrón electoral cuando la participación históricamente no supera el 65%? La respuesta, a la luz de la experiencia, parece obvia.

Otro aspecto a considerar es la contratación de personal. Si bien se requiere un equipo capacitado y profesional para la organización de las elecciones, es preciso evaluar la eficiencia de los procesos de contratación y la posibilidad de optimizar el número de plazas, priorizando la calidad sobre la cantidad. La austeridad no implica precarizar las condiciones laborales, sino administrar los recursos de manera responsable y transparente, evitando duplicidades y gastos superfluos.

La tecnología también puede ser una aliada en la búsqueda de la eficiencia. Si bien la implementación de la urna electrónica presenta desafíos importantes en materia de seguridad y transparencia, no debemos descartar la posibilidad de explorar otras herramientas tecnológicas que faciliten los procesos electorales y reduzcan costos, como el voto por internet o el conteo electrónico de votos. La clave está en encontrar un equilibrio entre la innovación y la garantía de la integridad del proceso.

En definitiva, la racionalización del gasto electoral en México es un desafío complejo que requiere un enfoque integral y multidisciplinario. Es indispensable involucrar a expertos en administración pública, tecnología, derecho electoral y, sobre todo, a la ciudadanía, para generar un debate informado y constructivo que permita encontrar soluciones viables y sostenibles. El objetivo es claro: construir un sistema electoral eficiente, transparente y, sobre todo, al servicio de la democracia.

Fuente: El Heraldo de México