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9 de julio de 2025 a las 09:25
¿Colapso dorado?
El eco de 1971 resuena con una fuerza inusitada. Nixon, en un acto que se disfrazó de temporalidad, desató al dólar de su ancla dorada, inaugurando una era de flotación monetaria donde el poder, sin embargo, permaneció firmemente anclado en Washington. Por décadas, el dólar trascendió su función como moneda, convirtiéndose en un símbolo, un garante del orden global, apuntalado por tratados, deudas, la imponente presencia militar y la sombra de las sanciones. Era el corazón palpitante del sistema financiero mundial… hasta ahora.
No nos encontramos simplemente ante un nuevo capítulo, sino ante el prefacio de una transformación radical. Un cambio de paradigma que Donald Trump no solo reconoce, sino que parece decidido a acelerar, incendiando las estructuras existentes antes de ceder el control. Sus amenazas de aranceles, un 10% a cualquier nación que ose simpatizar con las "políticas antiamericanas" de los BRICS, no son meros exabruptos, sino la expresión de un líder que percibe el ocaso de un imperio.
Y la amenaza se extiende, como una espada de Damocles, sobre la industria farmacéutica y los semiconductores, con la promesa de aranceles de hasta un 200%. "Les damos un año para organizarse", un plazo que suena más a sentencia, pronunciada en una reunión de gabinete sin eufemismos, sin tapujos. Es la reconfiguración de la economía global a golpe de decreto, a través de la coerción.
Desde Brasil, la respuesta de Lula da Silva resonó con la precisión de un bisturí: "El mundo ya no quiere un emperador que amenaza por internet." Una frase lapidaria, destinada a la historia. Pero Trump no busca gobernar el mundo, sino castigarlo. Si el dólar ha perdido su capacidad de imponer, entonces las tarifas serán su nuevo instrumento de control. La economía como extorsión, el comercio como garrote, y la multipolaridad como el enemigo a batir.
El orden basado en reglas se ha transformado en un campo de batalla, donde cualquier alianza con un centro de poder alternativo, como los BRICS, se convierte en un acto de rebeldía castigado. La cumbre de Río de Janeiro fue un claro mensaje: existen otros polos, otras monedas, otras narrativas. Las denuncias contra las guerras lideradas por Occidente, las violaciones al derecho internacional y el uso de las tarifas como chantaje geopolítico, aunque no mencionaron a Trump directamente, encontraron en él un receptor atento… y la respuesta, previsiblemente, llegó en forma de amenazas.
Esto trasciende una simple disputa comercial; es el preludio de una fractura sistémica. No estamos ante una crisis cíclica, sino ante un cambio de era. El dólar, otrora símbolo de estabilidad, se convierte en un instrumento de castigo. Trump, que en su primer mandato coqueteó con el proteccionismo, lo eleva ahora a doctrina imperial: "Tariff is my favorite word in the dictionary", una confesión que revela la crudeza de su estrategia.
La hegemonía estadounidense ya no se sostiene con discursos, ni siquiera con la imponente demostración de fuerza militar. Se aferra a los castigos, un síntoma inequívoco de un imperio en declive. La historia comenzó con la ruptura del vínculo con el oro. Quizás termine con la ruptura del vínculo con el dólar. La pregunta que flota en el aire, ominosa, es: ¿quién será el último en apagar la luz?
Fuente: El Heraldo de México