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9 de julio de 2025 a las 09:25

Atrapada en la belleza

El eco de las palabras de Trump, resonando desde las frías paredes de Alligator Alcatraz, nos golpea con la crudeza de una realidad distópica. "Les vamos a enseñar cómo huir de un caimán si se escapan". Una frase que, más allá de su aparente absurdo, desnuda la perversa lógica de un sistema construido sobre el miedo. Un sistema que se alimenta del temor al "otro", al migrante, al diferente. Un sistema que, en su afán por perpetuar el poder, instrumentaliza la angustia y la convierte en un arma política.

Este discurso del terror, lejos de ser una anomalía, se inserta en una estrategia cuidadosamente orquestada. Una estrategia que busca polarizar a la sociedad, dividiéndola entre "nosotros" y "ellos". Un "nosotros" idealizado, puro, y un "ellos" demonizado, peligroso, que amenaza nuestra seguridad y nuestro modo de vida. Es el viejo truco del chivo expiatorio, revivido en el siglo XXI con una virulencia renovada.

Y mientras el espectáculo del poder se despliega ante nuestros ojos, con sus discursos incendiarios y sus gestos grandilocuentes, la literatura de Horacio Castellanos Moya nos ofrece un contrapunto necesario. Nos recuerda que detrás de las abstracciones y las estadísticas, hay seres humanos de carne y hueso, con sus historias, sus sueños y sus pesadillas. Nos muestra la cara oculta de la violencia, la que no aparece en los titulares de los periódicos, la que se esconde en los rincones oscuros de la memoria.

En Moronga, Castellanos Moya nos sumerge en el tormento de José Zeledón, un exiliado salvadoreño perseguido por los fantasmas del pasado. Un hombre que, a pesar de haber escapado de la guerra, sigue atrapado en sus horrores. Sus noches son un campo de batalla donde se repiten las escenas de la muerte, donde el olor a pólvora se mezcla con el dulce aroma de la venganza. Zeledón, como tantos otros, es una víctima de la violencia, pero también es un producto de ella. Un hombre que, en su desesperación, se ve obligado a tomar decisiones que lo alejan cada vez más de la luz.

La pregunta que plantea la novela es desgarradora: ¿cómo sobrevivir en un mundo donde la traición es la norma, donde la lealtad es un lujo que pocos pueden permitirse? Zeledón se debate entre la necesidad de sobrevivir y el deseo de conservar su integridad moral. Un dilema que lo lleva a confrontar sus propios demonios y a cuestionar los límites de la ética en un contexto de violencia extrema.

El paralelismo con la figura de Roque Dalton, asesinado por sus propios compañeros de lucha, añade una capa adicional de complejidad a la narrativa. Dalton, el poeta revolucionario, se convierte en un símbolo de la fragilidad de los ideales y de la crueldad de la política. Su poema "El gran despecho", con su desgarrador "País mío no existes", resuena como un grito de dolor ante la traición y la desilusión.

En un mundo donde la manipulación y la mentira se han convertido en moneda corriente, la literatura de Castellanos Moya nos invita a no olvidar. A no olvidar a las víctimas, a no olvidar las injusticias, a no olvidar la fragilidad de la paz. Nos recuerda que la empatía, esa capacidad de ponernos en el lugar del otro, es un antídoto esencial contra la barbarie. Y que, como decía José Martí, "la patria es humanidad".

Fuente: El Heraldo de México