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9 de julio de 2025 a las 15:10

Asesinan a cantante tras muerte de hermano

La tragedia que envolvió la vida de Samuel Barraza Rivas, el joven cantante de corridos acribillado en 2019, nos recuerda la fragilidad de la existencia y la sombra de violencia que, en ocasiones, se cierne sobre el género regional mexicano. Su historia, truncada a tiros en el estacionamiento de un centro comercial en Tijuana, Baja California, es un reflejo de la compleja realidad que enfrentan algunos artistas dentro de este mundo musical. No solo fue el eco de los disparos lo que resonó aquella noche del 16 de julio, sino también el silencio que dejó su partida, un silencio amplificado por la reciente pérdida de su hermano, asesinado tan solo un mes antes. Dos vidas segadas en tan poco tiempo, dos ausencias que dejaron un vacío irreparable en su familia y un profundo pesar entre sus seguidores.

El escenario del crimen, un lugar común y corriente como un centro comercial, acentúa lo repentino e inesperado del ataque. Imaginen la escena: la noche del martes, las luces artificiales de la plaza iluminando el asfalto, el murmullo de la gente y, de pronto, la irrupción de la violencia, los disparos que rompen la tranquilidad, el caos que se desata. Samuel y su acompañante, Luis Edel Hernández Frías, no tuvieron tiempo de reaccionar. La ráfaga de balas los sorprendió junto a su vehículo, un ataque a quemarropa que no les dio oportunidad de defenderse. Un disparo en la cabeza y otro en el tórax acabaron con la vida de Samuel, mientras que Luis Edel corrió la misma suerte. La brutalidad del acto dejó perplejos a los testigos, quienes presenciaron impotentes el violento desenlace.

La llegada de las autoridades, el acordonamiento de la zona, las luces intermitentes de las patrullas, el trabajo del Servicio Médico Forense… todo esto forma parte de un protocolo que, lamentablemente, se repite con demasiada frecuencia en casos como este. La apertura de una carpeta de investigación, la búsqueda de pistas, los interrogatorios… un proceso que, en muchas ocasiones, no logra arrojar luz sobre los motivos del crimen ni llevar a los responsables ante la justicia.

La historia de Samuel Barraza es aún más compleja. Su nombre no era desconocido para las autoridades. Su pasado estaba marcado por un historial delictivo que incluía acusaciones por homicidio calificado, lesiones y posesión de drogas. Había sido detenido en varias ocasiones, lo que deja entrever una vida marcada por la controversia y el peligro. Sin embargo, más allá de sus antecedentes, su muerte violenta nos invita a reflexionar sobre la vulnerabilidad de los artistas, especialmente en un género musical que a menudo se ve asociado con la violencia. ¿Es la música la que atrae la violencia, o es la violencia la que se infiltra en la música? ¿Son las letras de los corridos un reflejo de la realidad, o una influencia que perpetúa el ciclo de violencia? Estas son preguntas complejas que no tienen respuestas fáciles.

Lo que sí sabemos es que la muerte de Samuel Barraza, al igual que la de tantos otros artistas del género regional mexicano, es una tragedia que nos recuerda la importancia de abordar las problemáticas sociales que alimentan la violencia. Es una llamada de atención para fortalecer las instituciones, promover la cultura de la paz y proteger a aquellos que, con su música, buscan expresar la realidad de su entorno, a veces a un alto costo. La música no debería ser sinónimo de peligro, y la vida de ningún artista debería verse truncada por la violencia.

Fuente: El Heraldo de México