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9 de julio de 2025 a las 09:25

¡América Party a un tuit de distancia!

La ruptura entre Elon Musk y Donald Trump, detonada por el ambicioso –y polémico– plan fiscal del expresidente, ha escalado a niveles insospechados. Más allá de los habituales dimes y diretes, la confrontación ha desatado una verdadera cruzada por parte del magnate sudafricano, quien, sintiéndose traicionado y con sus intereses económicos en la mira, ha lanzado una amenaza que resonó con la fuerza de un trueno en el panorama político estadounidense: la creación del "America Party".

El anuncio, difundido a través de su red social X (antes Twitter), no se anduvo con rodeos. Musk, con su característico estilo directo y provocador, acusó al sistema político estadounidense de ser una farsa, un sistema unipartidista disfrazado de democracia, corrompido y despilfarrador. El "America Party", según sus palabras, nace con la misión de devolver la libertad al pueblo estadounidense, un pueblo supuestamente rehén de los intereses de una élite política enquistada.

Sin embargo, la grandilocuencia del anuncio choca frontalmente con la realidad del sistema político estadounidense. Si bien Estados Unidos se jacta de ser la democracia más antigua del mundo, su estructura bipartidista, dominada por Demócratas y Republicanos durante más de un siglo y medio, presenta un muro casi infranqueable para cualquier tercera fuerza política. Partidos como el Libertario o el Verde, e incluso movimientos independientes como "No Labels", lo han intentado una y otra vez, pero siempre han terminado marginados, con una influencia política prácticamente nula a nivel nacional.

El reto que enfrenta Musk es titánico, incluso con los inmensos recursos económicos que podría destinar a su nuevo proyecto político. El sistema electoral estadounidense, basado en el principio de "el ganador se lleva todo", junto con un complejo entramado de trabas administrativas y económicas para los terceros partidos –como la recolección de millones de firmas para acceder a las boletas electorales, la limitada participación en los debates presidenciales y la restricción al financiamiento público– configuran un escenario extremadamente adverso.

A esto se suma la influencia del Colegio Electoral, una institución anacrónica, heredada del siglo XVIII, que distorsiona la voluntad popular y dificulta aún más las posibilidades de un tercer partido. El presidente de Estados Unidos no es elegido directamente por los ciudadanos, sino por 538 electores distribuidos entre los estados, un sistema que favorece a los partidos tradicionales y minimiza el impacto de cualquier candidatura alternativa.

Ante este panorama, las bravatas y encuestas promovidas por Musk a través de sus "tuits" parecen destinadas a quedarse en meras declaraciones de intenciones. Lo que sí parece más probable es que el magnate centre sus esfuerzos en influir en las próximas elecciones intermedias, apoyando a candidatos demócratas, especialmente en aquellos estados donde el plan fiscal de Trump obtuvo mayor respaldo.

Mientras tanto, la tensión entre Musk y el expresidente se mantiene. Trump, desde su posición de influencia dentro del Partido Republicano, sigue amenazando con retirar las prerrogativas y exenciones de las que se benefician las empresas de Musk. La ruptura entre estos dos poderosos personajes, que alguna vez parecieron aliados, se ha convertido en un espectáculo político cuyo desenlace aún está por escribirse.

Fuente: El Heraldo de México