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8 de julio de 2025 a las 09:35

Seguridad o libertad: ¿Un falso dilema?

La sombra del Gran Hermano digital se cierne sobre México. Tras la máscara de la seguridad nacional y la lucha contra el crimen, la propuesta de reforma en telecomunicaciones esconde una amenaza insidiosa a la libertad individual. El discurso oficial, plagado de retórica populista, pretende justificar un espionaje institucional sin precedentes, un acceso ilimitado a nuestras vidas digitales sin la salvaguarda de una orden judicial imparcial. Imaginen un escenario donde su médico, su banco, la tienda de la esquina, todos obligados a entregar sus datos a la autoridad sin mayor trámite. Este no es un futuro distópico, es la realidad que se avecina si permitimos que esta reforma prospere.

El principio de presunción de inocencia, pilar fundamental de un estado de derecho, se desvanece ante el apetito voraz de información del Estado. Ya no se requiere una causa probable, una sospecha fundada para justificar la intromisión en nuestra privacidad. Basta el simple interés de una autoridad administrativa para acceder a la intimidad de nuestras vidas. ¿Qué garantías tenemos contra los abusos, las arbitrariedades, las persecuciones selectivas? Ninguna. El ciudadano se convierte en un objeto de vigilancia permanente, un sospechoso perpetuo a merced de un poder sin contrapesos.

Esta reforma no es un simple error de cálculo, es un ataque directo a la esencia misma de la democracia. Desmantela la doctrina constitucional que limita el poder del Estado y consagra los derechos fundamentales de los ciudadanos. El artículo 16 de la Constitución, que garantiza la inviolabilidad de nuestra persona, familia, domicilio, papeles y posesiones, queda reducido a letra muerta. El Estado se arroga la facultad de decidir unilateralmente qué información requiere, de quién y cuándo, sin rendir cuentas a nadie.

La privacidad no es un privilegio, es un derecho fundamental que nos permite construir nuestras identidades, ejercer nuestras libertades y vivir sin el temor constante a la intrusión del gobierno. Es el escudo que nos protege de la arbitrariedad del poder. Socavar este derecho es dinamitar los cimientos de una sociedad libre. Esta reforma no moderniza el aparato estatal, lo convierte en un Leviatán digital, un monstruo insaciable de información que nos despoja de nuestra autonomía y nos somete a su control absoluto.

El argumento de la lucha contra el crimen organizado es una falacia, una cortina de humo para ocultar las verdaderas intenciones de esta reforma. ¿Acaso creemos que los capos de la droga utilizan sus nombres reales en sus cuentas bancarias y teléfonos celulares? La corrupción, el verdadero cáncer que corroe a nuestro país, no se combate con mayor vigilancia masiva, sino con transparencia, rendición de cuentas y un sistema judicial independiente. Esta reforma no nos protegerá del crimen, nos hará más vulnerables a los abusos del poder, a la criminalización de la disidencia y a la censura encubierta.

El verdadero objetivo de esta iniciativa es el control absoluto. Es la consolidación de un Estado autoritario que vigila, controla y castiga a su antojo. Es un retroceso brutal hacia un modelo de sociedad donde el ciudadano es un súbdito bajo sospecha permanente. No podemos permitir que esta reforma se concrete. Debemos defender nuestro derecho a la privacidad, a la libertad, a la dignidad. Debemos alzar la voz y exigir que se respete la Constitución, que se garantice un estado de derecho, que se proteja la esencia misma de nuestra democracia. El futuro de nuestra libertad está en juego.

Fuente: El Heraldo de México