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8 de julio de 2025 a las 22:30

Hermanitas pintan a su padre antes de ser asesinadas.

La tragedia que ha enlutado a la comunidad de Hermosillo, Sonora, nos deja con un profundo dolor y una inmensa indignación. El brutal asesinato de Margarita y sus tres hijas, Meredith, Medelin y Karla, a manos de Jesús Antonio “N”, es un acto de barbarie que clama justicia. No podemos, no debemos permitir que este tipo de crímenes queden impunes. La Fiscalía General de Justicia del Estado ha actuado con celeridad, logrando la vinculación a proceso del presunto responsable. Sin embargo, la justicia no se limita a la detención y procesamiento del culpable. La justicia exige la pena máxima para quien ha arrebatado la vida de una madre y sus tres pequeñas.

El dolor de Carlos Antonio Tapia, padre de las niñas, es inconmensurable. La imagen del cuadro pintado por sus hijas, donde aparecían los cinco juntos, como una familia, a pesar de la separación, se convierte en un símbolo desgarrador de la felicidad truncada, de un futuro robado. Ese cuadro, que antes representaba la unión familiar, ahora es un testimonio del vacío irreparable que deja la violencia. Su pregunta, "¿De qué me va a servir el cuadro si ya no las voy a tener a ellas?", resuena en lo más profundo de nuestros corazones, reflejando la impotencia y la desesperación ante una pérdida tan injusta.

El llamado de las Buscadoras por la Paz, quienes encontraron los cuerpos de las niñas abrazadas, es un llamado a la conciencia colectiva. No podemos olvidar a Margarita, Meredith, Medelin y Karla. No podemos permitir que sus nombres se pierdan en la estadística, que se conviertan en una cifra más en la larga lista de feminicidios y homicidios infantiles que azotan nuestro país. Debemos exigir justicia, no solo para ellas, sino para todas las víctimas de la violencia de género.

Este caso nos obliga a reflexionar sobre la profunda crisis que enfrentamos como sociedad. La violencia contra las mujeres y las niñas es una realidad lacerante que debemos combatir con todas nuestras fuerzas. Es necesario fortalecer las instituciones, implementar políticas públicas efectivas y, sobre todo, generar un cambio cultural que erradique la misoginia y la violencia en todas sus formas.

La memoria de Margarita y sus hijas debe ser un recordatorio constante de la urgencia de actuar. No podemos quedarnos callados, no podemos ser indiferentes. Debemos alzar la voz y exigir un país donde las mujeres y las niñas puedan vivir libres de violencia, un país donde la justicia prevalezca y donde la vida sea respetada. El dolor de Carlos Antonio Tapia y el clamor de las Buscadoras por la Paz deben ser un llamado a la acción, un impulso para construir una sociedad más justa y segura para todos. No olvidemos sus nombres, no olvidemos su historia, que su tragedia nos sirva para construir un futuro mejor.

La labor de los colectivos de búsqueda, como Buscadoras por la Paz, es fundamental y merece todo nuestro reconocimiento y apoyo. En un contexto de violencia e impunidad, estas mujeres valientes arriesgan sus vidas para encontrar a sus seres queridos desaparecidos y para brindar un poco de consuelo a las familias que sufren la ausencia de sus hijas, madres, hermanas. Su trabajo incansable es un testimonio de amor, de resiliencia y de la necesidad imperante de justicia. Es imperativo que las autoridades les brinden la protección y los recursos necesarios para que puedan continuar con su invaluable labor.

El caso de Margarita y sus hijas nos recuerda la importancia de la prevención y la atención a la violencia de género. Es necesario impulsar programas educativos que promuevan la igualdad y el respeto, así como fortalecer los mecanismos de denuncia y atención a las víctimas. La sociedad civil también tiene un papel crucial que desempeñar en la creación de una cultura de paz y no violencia. Debemos estar atentos a las señales de violencia en nuestro entorno y brindar apoyo a quienes lo necesitan. Solo a través de un esfuerzo conjunto podremos construir un futuro donde la violencia de género sea erradicada y donde todas las mujeres y niñas puedan vivir con seguridad y dignidad.

Fuente: El Heraldo de México