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8 de julio de 2025 a las 09:40

Grietas en el orden global

El mundo observa con atención, casi con la respiración contenida, el nuevo capítulo de la geopolítica mundial que se escribe día a día. Las acciones de la administración Trump, marcadas por una retórica incendiaria y una política exterior agresiva, han generado un efecto dominó cuyas consecuencias aún son difíciles de predecir. Si bien la imposición de aranceles, la presión sobre la OTAN y la tensión en Medio Oriente pueden ser interpretadas como una demostración de fuerza, una reafirmación de la hegemonía estadounidense, una mirada más profunda revela una realidad mucho más compleja, un tablero de ajedrez donde las piezas se mueven con una velocidad vertiginosa y donde nuevos jugadores desafían el orden establecido.

No se trata simplemente de un "papá hablando fuerte", como sugiere irónicamente el secretario general de la OTAN. La realidad es que el mundo unipolar, con Estados Unidos a la cabeza, se está desvaneciendo. Asistimos al surgimiento de un orden multipolar, impulsado por potencias emergentes como China y Rusia, que no solo consolidan su alianza estratégica, sino que también lideran iniciativas como los BRICS, un bloque que desafía abiertamente la hegemonía del dólar. La incorporación de nuevos miembros a los BRICS, incluyendo países tradicionalmente aliados de Washington como Egipto y Emiratos Árabes Unidos, es un síntoma inequívoco de este cambio de paradigma. La posibilidad de que se implementen alternativas al dólar como moneda de intercambio internacional representa una amenaza directa a la economía estadounidense y, por ende, a su posición dominante.

China, con su estrategia de cooperación global, se consolida como un actor clave en el escenario internacional. Su influencia se extiende a regiones tradicionalmente bajo la órbita estadounidense, como África, América Latina y el propio Medio Oriente. El gigante asiático ha desplazado a Estados Unidos como principal socio comercial de numerosos países, expandiendo su presencia diplomática, económica e incluso militar, generando inquietud en Washington. Este avance no se basa únicamente en la fuerza bruta, sino en una diplomacia inteligente y una visión a largo plazo que contrasta con la imprevisibilidad de la política exterior estadounidense.

Pero la erosión del liderazgo estadounidense no se debe únicamente al ascenso de otras potencias. Las propias acciones de la administración Trump, marcadas por la arrogancia y el desprecio hacia sus aliados tradicionales, contribuyen a este declive. El trato dispensado a países como Ucrania, Dinamarca o Canadá, junto con el apoyo incondicional a Israel en Medio Oriente, genera un creciente descontento en la comunidad internacional. La contradicción entre el discurso de defensa del orden internacional y las acciones que lo socavan mina la credibilidad de Estados Unidos y acelera la transición hacia un mundo multipolar.

El futuro del orden internacional se presenta incierto. La tensión entre la pretensión hegemónica de Estados Unidos y el ascenso de nuevas potencias crea un escenario volátil, lleno de incertidumbres. ¿Será capaz Washington de adaptarse a este nuevo panorama? ¿Podrá recuperar la confianza de sus aliados? ¿O seremos testigos de una reconfiguración completa del equilibrio de poder a nivel global? Las respuestas a estas preguntas definirán el destino del mundo en las próximas décadas. Lo que está claro es que el mundo unipolar ha llegado a su fin y que nos encontramos en la antesala de una nueva era geopolítica.

Fuente: El Heraldo de México