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8 de julio de 2025 a las 09:40

Gobierno espía: ¿Te vigilan 24/7?

La sombra del autoritarismo se cierne sobre nosotros, silenciosa y amenazante, disfrazada con la promesa de seguridad. Nos venden una falsa panacea, un remedio milagroso contra la violencia que en realidad esconde un veneno letal para nuestras libertades. Se nos presentan herramientas de vigilancia masiva como la pieza faltante del rompecabezas de la seguridad, pero estas herramientas, con su poder desmedido y sus controles endebles, son en realidad la llave que abre la puerta a un futuro distópico.

Imaginen un mundo donde cada paso, cada conversación, cada transacción, cada pensamiento queda registrado y analizado por un ojo omnipresente. Un mundo donde la intimidad es un recuerdo lejano, un lujo que ya no nos podemos permitir. Este no es el guión de una película de ciencia ficción, sino la realidad que se está construyendo ante nuestros ojos, con la complicidad de quienes deberían protegernos.

El gobierno, amparado en la retórica de la seguridad nacional, teje una red de vigilancia masiva capaz de monitorear cada aspecto de nuestras vidas. Acceder a nuestra información personal, ya sea que esté en nuestras manos o en las de terceros, se convierte en un juego de niños para un sistema sin controles reales, sin contrapesos efectivos. Como en la pesadilla orwelliana de 1984, el Gran Hermano nos observa, registra nuestros movimientos, analiza nuestras palabras y, lo más preocupante, anticipa nuestros pensamientos.

Este sistema, tan poderoso en sus capacidades como vulnerable en su diseño, se erige en un país donde la división de poderes es una quimera. Nuestros tribunales, sometidos a presiones políticas, carecen de la independencia necesaria para frenar los abusos. El INAI, otrora guardián de nuestra información personal, agoniza, incapaz de protegernos del voraz apetito del poder. La CNDH, silenciada y sometida, observa impávida cómo se pisotean nuestros derechos fundamentales.

Nos encontramos en un momento de extrema vulnerabilidad institucional, justo cuando más necesitamos mecanismos robustos para contener los excesos del poder. La justificación es siempre la misma: la necesidad de combatir la creciente ola de violencia y el empoderamiento del crimen organizado. Pero la seguridad no puede construirse a costa de la libertad. La lucha contra la delincuencia no puede justificar la creación de un Estado policial que nos espíe y nos controle.

Se nos promete que este poder desmedido será utilizado únicamente para garantizar la paz y la seguridad. Pero, ¿quién nos garantiza que no será utilizado para fines políticos, personales o incluso criminales? La historia está llena de ejemplos de cómo las herramientas de vigilancia, concebidas para protegernos, se han convertido en instrumentos de represión y persecución.

El diseño actual del sistema, laxo e irresponsable, debería encender todas las alarmas. No podemos permitir que se normalice la vigilancia masiva, que se nos arrebate el derecho a la privacidad, que se nos convierta en meros datos en un sistema sin alma. Es hora de alzar la voz, de exigir transparencia y rendición de cuentas, de defender nuestras libertades antes de que sea demasiado tarde. El futuro de nuestra democracia está en juego.

Fuente: El Heraldo de México