
8 de julio de 2025 a las 10:30
Domina tu presente, abraza tu futuro
La sombra del presentismo se extiende sobre nuestra comprensión de la historia, proyectando los valores y ansiedades del hoy sobre el lienzo complejo del ayer. En México, un país con una narrativa histórica rica en matices y contradicciones, este fenómeno se manifiesta con particular intensidad, permeando desde los debates públicos hasta la educación y los medios de comunicación. Si bien la perspectiva contemporánea ofrece una lente valiosa para analizar el pasado, el riesgo radica en simplificar la historia a una dicotomía de buenos y malos, juzgando las acciones de figuras históricas con la vara inflexible de la moral actual.
Imaginemos por un instante el encuentro entre dos mundos, la Conquista de México. Analizar este episodio exclusivamente a través del prisma de los derechos humanos contemporáneos nos impide comprender la complejidad de las circunstancias, las mentalidades y las motivaciones de los actores involucrados. Nos priva de la posibilidad de entender el choque cultural, las transformaciones sociales y las consecuencias a largo plazo que definieron el rumbo de nuestra nación. De igual forma, aplicar los estándares actuales a figuras como Sor Juana Inés de la Cruz, Porfirio Díaz o Emiliano Zapata, ignora el contexto histórico en el que vivieron, las limitaciones de su época y las contradicciones inherentes a la condición humana.
En la era digital, el presentismo encuentra un terreno fértil en las redes sociales y los medios de comunicación. La inmediatez y la viralidad propician la cancelación y el juicio sumario de figuras históricas y obras artísticas, sin un análisis profundo y contextualizado. Presenciamos una tendencia a reescribir la historia, adaptándola a las sensibilidades contemporáneas, en lugar de comprenderla en toda su complejidad. Este fenómeno se observa también en el ámbito educativo, donde los libros de texto a menudo simplifican los eventos históricos para ajustarlos a las preocupaciones actuales, como la inclusión y la diversidad. Si bien estas perspectivas son importantes, no deben eclipsar la necesidad de una comprensión profunda y matizada del pasado.
En México, el debate público se encuentra a menudo polarizado por el presentismo. La historia se utiliza como un arma arrojadiza, manipulando los hechos para justificar posturas políticas y descalificar a los adversarios. Esta instrumentalización del pasado alimenta la división social y erosiona la confianza en las instituciones. Incluso las instituciones fundamentales, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no son inmunes a esta tendencia. Juzgar su legado únicamente con criterios actuales ignora el contexto en el que se tomaron las decisiones y la evolución del pensamiento jurídico a lo largo del tiempo.
Construir una memoria colectiva sólida y crítica requiere un diálogo constante con el pasado, reconociendo sus errores y aprendiendo de sus aciertos. No se trata de negar los valores del presente, sino de comprender que la historia es un proceso complejo y multifacético. En lugar de imponer nuestras perspectivas actuales, debemos esforzarnos por entender las motivaciones, las circunstancias y las limitaciones de quienes nos precedieron. Solo así podremos construir un futuro más justo y equitativo, basado en una comprensión profunda y honesta de nuestro pasado. El futuro se construye sobre los cimientos del pasado, y un pasado malinterpretado puede conducir a un futuro incierto. Es nuestra responsabilidad abordar la historia con rigor intelectual y empatía, reconociendo que el pasado, aunque diferente al presente, sigue siendo la clave para comprender quiénes somos y hacia dónde vamos.
Fuente: El Heraldo de México