
8 de julio de 2025 a las 09:20
Domina el flujo de caja de tu PyME
En el corazón palpitante de toda PyME, reside un delicado equilibrio: la danza constante entre la cobranza y la dispersión de recursos. Imaginemos la tesorería como el sistema circulatorio de la empresa, donde la cobranza representa el flujo de oxígeno, vital para su supervivencia, y la dispersión, la correcta distribución de nutrientes a cada órgano vital. Si uno de estos procesos flaquea, la salud financiera de la empresa se ve comprometida, pudiendo incluso llevarla a una situación crítica.
Mucho se habla de la rentabilidad, de las ventas y del crecimiento, pero ¿de qué sirve un negocio rentable en papel si no cuenta con el flujo de efectivo necesario para operar? Aquí es donde la cobranza, muchas veces relegada a un segundo plano, toma un papel protagónico. No se trata simplemente de emitir facturas y cruzar los dedos esperando los depósitos. Es un proceso estratégico que requiere planificación, seguimiento constante y el uso inteligente de herramientas.
Una gestión eficiente de la cobranza implica un análisis previo de la capacidad de pago de los clientes, estableciendo políticas claras y plazos definidos. No podemos darnos el lujo de depender de un solo cliente, por grande que sea, ya que cualquier retraso en sus pagos puede generar un efecto dominó que afecte toda nuestra operación. Diversificar la cartera de clientes, así como implementar recordatorios de pago, sistemas de cobranza automatizados y una conciliación bancaria rigurosa, son medidas esenciales para mantener un flujo de efectivo saludable.
En el otro extremo, la dispersión de recursos, a menudo subestimada, requiere la misma atención y precisión. Un descuido en la planificación de pagos a proveedores, sueldos o impuestos puede resultar en costosos sobregiros, duplicidad de pagos e incluso dañar la reputación de la empresa. La tecnología, una vez más, se convierte en nuestra aliada. Plataformas bancarias con autorización dual, control de flujos en tiempo real y la posibilidad de programar pagos por prioridad y fecha límite nos permiten optimizar este proceso, minimizando riesgos y maximizando la eficiencia.
Es vital comprender la estacionalidad de nuestro negocio y anticipar los gastos. Así como un agricultor prevé las temporadas de siembra y cosecha, una PyME debe prever los picos y valles de su actividad, asegurando la liquidez necesaria para afrontar los momentos clave sin comprometer su estabilidad.
La digitalización, si bien ha facilitado enormemente la gestión financiera, también ha traído consigo nuevas vulnerabilidades. La ciberseguridad no es un asunto exclusivo del departamento de informática; es una responsabilidad compartida por todos los miembros de la organización, desde el dueño hasta el auxiliar administrativo. El uso de tokens, contraseñas robustas, la doble verificación y la cautela ante correos fraudulentos son prácticas indispensables para proteger el patrimonio de la empresa.
Más allá de la operación diaria, la visión estratégica implica aprovechar la cobranza y la dispersión para generar un círculo virtuoso de inversión. Los excedentes de tesorería no deben permanecer inactivos. Invertirlos en fondos o cuentas de cheques con pago de intereses, por ejemplo, permite maximizar el rendimiento del capital y fortalecer aún más la salud financiera de la PyME.
En conclusión, la cobranza y la dispersión de recursos no son meros procesos administrativos; son las dos caras de una misma moneda, el motor que impulsa el crecimiento sostenible de una PyME. Dominar este delicado equilibrio, con disciplina, tecnología y un enfoque estratégico, marca la diferencia entre una empresa que simplemente sobrevive y una que prospera en el dinámico mundo de los negocios. Es la clave para un corazón financiero fuerte y un futuro prometedor.
Fuente: El Heraldo de México