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8 de julio de 2025 a las 06:35

Crimen en Sonora: Seguro, mafia y amenazas

La brutalidad del crimen ha sacudido a Sonora y al país entero. El hallazgo de una madre y sus tres pequeñas hijas, asesinadas a sangre fría y abandonadas en la carretera, nos confronta con la monstruosa realidad del feminicidio en México. La imagen desgarradora de las niñas, de 9 y 11 años, abrazadas en un último intento de protegerse de las balas, es un puñal en el corazón de la sociedad. Un recordatorio cruel de la vulnerabilidad de las mujeres y niñas ante la violencia machista.

Este no es un caso aislado. Es un síntoma de una enfermedad social profunda, una cultura de violencia que permea todos los estratos y que nos exige actuar con urgencia. Las estadísticas de feminicidios son alarmantes, y detrás de cada número hay una historia de dolor, de vidas truncadas, de familias destrozadas. El caso de Margarita y sus hijas nos obliga a mirarnos en el espejo y preguntarnos qué estamos haciendo mal, qué podemos hacer para detener esta sangría.

La rápida detención del presunto responsable, la pareja sentimental de Margarita y miembro de una organización criminal, ofrece un atisbo de justicia. Pero la justicia no se limita a la captura del culpable. La justicia exige una investigación exhaustiva que esclarezca todos los detalles del crimen, que desmantele las redes de complicidad que permiten que estos horrores ocurran. La justicia exige también medidas de protección efectivas para las mujeres que viven bajo amenaza, y un cambio cultural profundo que erradique la violencia de género desde la raíz.

La indignación que recorre las redes sociales y las calles es un clamor por un cambio real. Las palabras de condolencia del Gobernador Durazo, aunque necesarias, no son suficientes. Necesitamos acciones concretas, políticas públicas que aborden la problemática de la violencia de género de manera integral, desde la educación hasta la justicia. Necesitamos un compromiso de todos los sectores de la sociedad para construir un país donde las mujeres y las niñas puedan vivir libres de violencia.

El dolor del padre de las pequeñas, que se aferraba a la esperanza de que sus hijas estuvieran vivas, es un testimonio desgarrador del impacto devastador de este crimen. La ceremonia privada en la que fueron despedidas, un momento de intimidad en medio del horror, refleja la necesidad de sanar las heridas y encontrar consuelo en la unión familiar.

La Fiscalía, al revelar los detalles del crimen y la posible motivación económica del asesino – cobrar un seguro de vida de 300 mil pesos – nos muestra la frialdad y la crueldad con la que se planeó y ejecutó este acto atroz. La búsqueda de la pena máxima, de 70 años, es una señal de que se buscará justicia con todo el peso de la ley. Sin embargo, la verdadera justicia no se limita a la condena del culpable. La verdadera justicia implica construir una sociedad donde estos crímenes no vuelvan a ocurrir. Una sociedad donde la vida de las mujeres y las niñas sea valorada y protegida. Una sociedad donde la violencia de género sea una aberración del pasado. Este caso debe ser un punto de inflexión, un llamado a la acción para que, juntos, construyamos un futuro libre de violencia para todas las mujeres y niñas de México.

Fuente: El Heraldo de México