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8 de julio de 2025 a las 09:25

Combate el odio: Habla con amor

El lenguaje, ese vehículo de ideas y emociones, se convierte en un arma de doble filo en manos de figuras públicas. Sus palabras, amplificadas por micrófonos y plataformas digitales, resuenan con una fuerza capaz de moldear percepciones y, lamentablemente, incitar al odio y la división. El reciente caso de la modelo argentino-mexicana, cuyo desafortunado encuentro con un agente de tránsito la llevó a proferir insultos racistas y clasistas, ilustra a la perfección la peligrosa banalización del discurso discriminatorio. No se trata de un incidente aislado, sino de un síntoma de una enfermedad social que se extiende por el mundo, alimentada por la polarización y la intolerancia.

Desde las altas esferas del poder hasta las interacciones cotidianas, el veneno del prejuicio se filtra en nuestras conversaciones, envenenando el clima social. Recordemos el discurso de Donald Trump, plagado de xenofobia y desprecio hacia los inmigrantes mexicanos, etiquetados como "criminales" y "violadores". Estas palabras, lejos de ser simples expresiones de un individuo, se convirtieron en la semilla del odio que germinó en políticas migratorias draconianas, separación de familias y un clima de terror para la comunidad latina en Estados Unidos.

La marcha "anti-gentrificación" en las colonias Roma y Condesa, aunque enmascarada bajo la bandera de la defensa de la identidad local, dejó al descubierto un preocupante sentimiento xenófobo dirigido hacia la comunidad estadounidense. Los insultos y la vandalización de negocios evidencian una intolerancia que se contradice con la supuesta apertura y cosmopolitismo de la ciudad. ¿Es acaso la gentrificación un pretexto para desatar la ira contra "el otro", el extranjero que, en este caso, habla inglés, tiene diferentes costumbres y un poder adquisitivo mayor?

La respuesta, lamentablemente, parece afirmativa. El rechazo al "gringo" se suma al desprecio de la modelo hacia el "pinche indio y negro culero", revelando un clasismo arraigado que divide a la sociedad en función del origen étnico, el color de piel y la posición económica. Este tipo de discurso, repetido y amplificado en redes sociales, normaliza la discriminación y perpetúa la desigualdad.

Pero el odio, como un boomerang, siempre regresa. La indignación generada por el video de la modelo se tradujo en una ola de insultos y amenazas en su contra, incluyendo referencias despectivas a su origen argentino y al trabajo de sus compatriotas en México. "Argentina de mierda, ponte a meserear", le espetaron, recordándole la crisis económica que obligó a muchos argentinos a emigrar en busca de oportunidades. La ironía es evidente: la misma persona que desprecia al "indio" por su origen y su trabajo, es ahora objeto de burla y desprecio por su propia nacionalidad.

El ciclo del odio no se rompe con más odio. La responsabilidad de construir un discurso inclusivo y respetuoso recae en todos nosotros, pero especialmente en las figuras públicas, cuyos mensajes tienen un impacto amplificado. El silencio, a veces, es más elocuente que las palabras cargadas de veneno. Es hora de reflexionar sobre el poder del lenguaje y utilizarlo para construir puentes en lugar de muros. El futuro de nuestra sociedad depende de ello.

Fuente: El Heraldo de México