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8 de julio de 2025 a las 09:20

Celebremos 25 Años de Victoria Ciudadana

Han pasado 25 años desde aquel histórico 2 de julio del 2000. Un cuarto de siglo desde que la esperanza se vistió de azul y blanco, pintando un futuro distinto para México. La victoria de Vicente Fox y el PAN no fue simplemente un cambio de partido en el poder, fue una ruptura con 71 años de un régimen hegemónico, un grito de libertad que resonó en cada rincón del país. Fue la culminación de una lucha incansable, la concreción del sueño de una democracia auténtica, con elecciones libres, justas y transparentes, orquestadas por una autoridad imparcial. Imaginen el peso de la historia en ese momento, la expectativa contenida durante décadas, finalmente liberada.

Este triunfo inauguró una era de transformaciones profundas. Las libertades públicas dejaron de ser un anhelo para convertirse en una realidad tangible. Los derechos humanos, antes vulnerados con impunidad, encontraron un respaldo en la ley. Se estableció un equilibrio de poderes, un contrapeso esencial para evitar la concentración excesiva de poder. Fue el inicio de la construcción de un México más justo, más equitativo, más libre.

Si bien la transición mexicana no ha tenido el reconocimiento que merece, es fundamental destacar su importancia. Transformar un régimen autoritario en una democracia, aunque imperfecta, es una tarea titánica. Esta transición no solo permitió tres alternancias en el Poder Ejecutivo Federal, un hecho sin precedentes en nuestra historia, sino que también sentó las bases para la creación de instituciones cruciales para el desarrollo y el bienestar de todos los mexicanos.

Detrás de este logro monumental se encuentran figuras de diversas ideologías políticas. Los líderes del PAN, con su perseverancia y convicción democrática, jugaron un papel fundamental. Líderes de izquierda, dejando atrás la idea de la revolución socialista, se sumaron a la construcción de una nueva institucionalidad electoral. Y no podemos olvidar a los priistas demócratas, quienes, escuchando el clamor popular, aceptaron cambios que implicaban la pérdida de sus espacios de poder. Un acto de valentía y responsabilidad política que merece ser reconocido.

Sin embargo, esta transición no estuvo exenta de sombras. La peculiaridad del régimen posrevolucionario, distinto a cualquier otro sistema autoritario del mundo, marcó la transición de una manera particular. La permanencia de ciertas instituciones y grupos de interés, junto con la gradualidad del cambio, impidió una ruptura total con el pasado. El regreso del PRI en 2012, si bien trajo consigo reformas económicas importantes, también estuvo marcado por errores, ineficiencias y omisiones que generaron un descontento ciudadano totalmente justificado.

A pesar de estos desafíos, México logró construir una democracia con instituciones sólidas e innovadoras, con órganos constitucionales autónomos que garantizaban el ejercicio de los derechos fundamentales. Un logro que hoy, lamentablemente, se encuentra en peligro.

Estamos presenciando el resurgimiento de un régimen de partido hegemónico que ignora la pluralidad de nuestro país. Los contrapesos al poder han sido eliminados, la independencia del poder judicial ha sido destruida, se persigue a quienes disienten y la censura se instaura como una práctica ominosa.

Ante este panorama desolador, una nueva transición se vuelve imperativa. Una transición que recupere los valores democráticos, que fortalezca las instituciones y que garantice el respeto a los derechos fundamentales de todos los mexicanos. Una transición que nos permita construir el futuro que merecemos, un futuro de libertad, justicia y prosperidad para todos.

Fuente: El Heraldo de México