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7 de julio de 2025 a las 09:50
Rompe el silencio: Víctimas invisibles
La sombra de la violencia se extiende sobre nuestras vidas, un espectro constante que se filtra en los titulares matutinos. No solo la brutalidad de los actos en sí, sino la abrumadora cantidad de ellos, nos confronta con una realidad escalofriante. Las guerras, los abusos, los crímenes… un torrente incesante de dolor que amenaza con adormecer nuestra sensibilidad. Nos acostumbramos a las imágenes, a los números, a las estadísticas. Las víctimas se convierten en cifras, en rostros borrosos en una pantalla, en argumentos para discursos políticos. Pero, ¿qué hay detrás de esas frías representaciones? ¿Dónde queda el ser humano, la persona cuya vida ha sido destrozada, cuya dignidad ha sido pisoteada?
Ese instante terrible, el momento de la agresión, donde el poder del victimario aplasta al otro, dejándolo inerme, queda oculto, silenciado. La herida profunda, la inocencia perdida, el llanto ahogado… todo un universo de sufrimiento se desvanece en la vorágine informativa. Nos olvidamos de la carne lacerada, del terror que paraliza, del peso insoportable de un pasado que ya no se puede cambiar, un pasado que se incrusta como una esquirla en lo más profundo del ser.
El “ser-víctima” es una realidad compleja, abrumadora. Un peso que a veces se oculta, por la incapacidad de procesarlo, de encontrar las palabras para expresarlo. Y cuando se logra verbalizar, el horror de lo vivido deja un sabor amargo, una sensación de vacío, de incomprensión. La experiencia del sufrimiento se resiste a ser encapsulada en el lenguaje, se escapa de las definiciones, permanece en la penumbra.
Recordemos, por ejemplo, aquellos casos de abuso sexual en un país supuestamente "desarrollado". Víctimas que, tras años de silencio, finalmente encontraron la fuerza para alzar la voz, para denunciar las vejaciones sufridas. Y, sin embargo, en lugar de encontrar apoyo y comprensión, fueron cuestionadas, desacreditadas. "Lo que buscan es dinero", se dijo con cinismo. ¿Cómo se puede siquiera insinuar que el dolor, la humillación, el trauma profundo, pueden ser compensados con una suma económica? Es una muestra más de la insensibilidad que impera en una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado, que se escuda en la comodidad de la indiferencia.
El sufrimiento de las víctimas es un misterio que interpela a la "pacífica vida burguesa", a esa existencia alejada del dolor, anestesiada por el confort y la rutina. Pensamos en las madres que buscan a sus hijos desaparecidos, en los migrantes perseguidos, en las mujeres violadas, en los niños maltratados, en los jóvenes torturados… Cada uno de ellos lleva consigo un torrente de lágrimas que no se extinguirá jamás. Un anhelo infinito de justicia, un grito silencioso que clama por ser escuchado.
Como bien señalaba Gustavo Gutiérrez en su obra "Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente", solo a través de la escucha atenta, del compromiso real con las víctimas, podremos comprender su esperanza. Solo si tomamos en serio sus heridas, su dolor, podremos evitar convertirnos en cómplices de la injusticia. Solo a la luz del amor, de la compasión, podremos sanar las heridas y construir un mundo más justo y humano.
La invisibilización de las víctimas es una herida abierta en nuestra sociedad. Debemos abrazarlas con compasión, permitir que sus voces resuenen en nuestras conciencias, y actuar con solidaridad concreta. Solo así podremos romper el ciclo de la violencia y construir un futuro donde la dignidad de cada persona sea respetada y protegida.
Fuente: El Heraldo de México