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8 de julio de 2025 a las 01:15

Peces asiáticos invaden costas de Tamaulipas

El desconcertante espectáculo de peces muertos cubriendo las arenas de Miramar, un escenario que podría evocar imágenes apocalípticas, tiene una explicación, afortunadamente, menos dramática que lo que aparenta. Jaime Salinas, subdirector de Ecología de Ciudad Madero, ha arrojado luz sobre este misterio, señalando a una silenciosa invasión proveniente del otro lado del mundo como la causante. No se trata de una toxina desconocida, ni de un desastre ecológico repentino, sino de una especie invasora de agua dulce originaria de Asia, incapaz de adaptarse a la salinidad del Golfo de México. Imaginen su viaje, un largo periplo desde las aguas dulces de su hogar ancestral hasta las costas mexicanas, un viaje que termina abruptamente al encontrarse con la barrera infranqueable del agua salada.

Este drama acuático, según explica Salinas, no se limita a las playas de Miramar. Se reproduce también en otros puntos de encuentro entre el agua dulce y salada, como los pasos de lancha, la cortadura e incluso en la tranquilidad aparente de la laguna. En estos lugares, algunos ejemplares, quizás desorientados o arrastrados por corrientes inesperadas, se desvían de su ruta y se enfrentan al mismo destino fatal: la incapacidad de regular el choque osmótico entre el agua dulce y la salada. "No pueden regular el cambio", afirma Salinas, una frase que resume la tragedia de estos pequeños viajeros. Su organismo, adaptado a un ambiente específico, simplemente no puede lidiar con la brusca transición a un medio tan diferente.

Es una imagen conmovedora: peces que luchan por remontar el río, su hábitat natural, pero que, por alguna razón, no logran su objetivo y terminan arrastrados hacia el mar, una sentencia de muerte segura. Es la crónica de una invasión silenciosa, una batalla perdida contra un enemigo invisible: la salinidad del mar.

Si bien se trata de un fenómeno natural en el sentido de que no implica contaminación química o biológica, su origen, como bien apunta Salinas, está intrínsecamente ligado a la actividad humana. La globalización, con su incesante movimiento de mercancías y personas, ha abierto inadvertidamente autopistas para especies invasoras como esta. Desde Asia hasta Estados Unidos, y de ahí a México, este pequeño pez ha ido colonizando nuevos territorios, a menudo con consecuencias devastadoras para los ecosistemas locales.

Las autoridades de Ecología, conscientes de la problemática, mantienen una vigilancia constante sobre la situación. Su mensaje a la población es claro: no hay motivo de alarma. Este fenómeno, aunque triste y visualmente impactante, no representa un riesgo sanitario para los bañistas. La invitación, sin embargo, es a la reflexión. La historia de estos peces es un recordatorio de la fragilidad de los ecosistemas y del impacto, a veces inadvertido, de la actividad humana en el equilibrio natural del planeta. Es una llamada a la responsabilidad, a la conciencia de que nuestras acciones, por pequeñas que parezcan, pueden tener consecuencias de gran alcance.

Fuente: El Heraldo de México