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7 de julio de 2025 a las 05:50
Niño lobo: rescatado tras años viviendo con perros
La historia de "A", el niño de ocho años rescatado en Uttaradit, Tailandia, nos golpea con la crudeza de una realidad que a menudo preferimos ignorar. Aislado en una choza precaria, su única compañía durante un periodo prolongado fueron seis perros, con quienes desarrolló un lenguaje propio, a base de ladridos y sonidos guturales. Imaginen la desolación de un niño que, en lugar de palabras, emite los sonidos de los animales con los que comparte su desamparo. Este caso, más que conmovernos, debe sacudirnos e interpelarnos como sociedad. ¿Cómo es posible que un niño llegue a tal grado de abandono?
La alerta del Ministerio de Educación, tras la ausencia prolongada de "A" en la escuela, activó una serie de eventos que culminaron en el rescate. La activista Paveena Hongsakul, una voz incansable en la defensa de los derechos de la niñez, jugó un papel crucial al recabar información y denunciar la situación. Su testimonio, cargado de tristeza e indignación, describe la escena desgarradora del encuentro: un niño que ha perdido la capacidad de hablar, un niño que solo ladra. "Fue lamentable verlo", declaró Hongsakul, palabras que resumen la impotencia ante el sufrimiento infantil.
La investigación posterior reveló un contexto aún más desolador. La madre y el hermano de 23 años de "A" dieron positivo en pruebas de drogas y, presuntamente, utilizaron el subsidio estatal destinado a la educación del niño para otros fines, manteniéndolo recluido y privado de su derecho a la educación. Un acto de crueldad que nos deja sin aliento. ¿Cómo se puede priorizar el consumo de drogas sobre el bienestar de un hijo? ¿Cómo se puede arrebatarle a un niño la oportunidad de aprender, de crecer, de desarrollarse?
Las autoridades tailandesas han actuado con celeridad, deteniendo a la madre y al hermano, mientras que "A" ha sido trasladado a un centro de atención infantil. Allí, comenzará un largo y complejo proceso de reintegración. Recuperar el lenguaje, reconstruir los vínculos sociales, sanar las heridas emocionales… Un camino lleno de desafíos que requerirá la dedicación de profesionales y el apoyo de una sociedad comprometida con la protección de la infancia.
Los testimonios de quienes conocieron la situación de "A" hablan de una vida marcada por la precariedad, la insalubridad y la falta de acceso a servicios básicos. Un entorno hostil, rodeado de animales salvajes, donde la supervivencia era el único objetivo. Una infancia robada, una vida suspendida en el tiempo.
El caso de "A" no es un hecho aislado. Es un reflejo de las profundas desigualdades que persisten en nuestra sociedad, de la vulnerabilidad de los niños ante la negligencia y el abuso. Es un llamado urgente a fortalecer las políticas de protección infantil, a garantizar el acceso a la educación y a la salud, a construir un mundo donde ningún niño tenga que ladrar para ser escuchado.
Este rescate, aunque doloroso, nos ofrece una pequeña luz de esperanza. La esperanza de que "A" pueda recuperar su voz, su infancia, su futuro. La esperanza de que, como sociedad, aprendamos de esta tragedia y trabajemos incansablemente para que ninguna otra criatura inocente sufra un destino similar. La esperanza de que el ladrido de "A" se convierta en un grito de alerta que nos despierte del letargo y nos impulse a construir un mundo más justo y compasivo para todos los niños.
Fuente: El Heraldo de México