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7 de julio de 2025 a las 10:25

¡México conquista la Copa Oro otra vez!

La noche texana vibró al ritmo del mariachi. Un estadio dividido, una atmósfera electrizante y un solo grito que al final resonó con más fuerza: ¡México! El Tricolor volvió a pintar de verde, blanco y rojo la Copa Oro, conquistando su decimotercer título en una final cardiaca ante el eterno rival, Estados Unidos. No fue un camino fácil, el gol tempranero de Chris Richards al minuto 4’ heló la sangre mexicana y encendió la euforia en las gradas estadounidenses. La sombra de la derrota se asomaba, pero este equipo, liderado por la experiencia de Javier Aguirre, demostró tener el temple de los campeones.

La respuesta llegó con la garra y la precisión de Raúl Jiménez. El “Lobo de Tepeji”, con un zurdazo magistral al minuto 27’, silenció al público local e inyectó una dosis de esperanza en millones de corazones mexicanos. El empate no era suficiente, la sed de victoria se palpaba en cada jugada, en cada toque del balón. México dominó el resto del primer tiempo, acechando la portería rival, creando oportunidades, pero sin lograr concretar la ventaja.

El segundo tiempo fue una cátedra de entrega y estrategia. La defensa, un muro impenetrable, frustró los embates estadounidenses. Los jóvenes talentos mexicanos, Marcel Ruiz y Gilberto Mora, con apenas 16 años – un récord para una final de Copa Oro – aportaron frescura y creatividad al mediocampo, manejando los hilos del partido con una madurez sorprendente. Su presencia en el campo fue un claro mensaje: el futuro del fútbol mexicano está en buenas manos.

El gol de la victoria, una obra de arte tejida con precisión y potencia. Un tiro libre ejecutado por Alexis Vega encontró la cabeza de Edson Álvarez, quien al minuto 77’ selló el triunfo con un remate contundente. Su segundo gol en el torneo, el más importante, el que desató la locura en la afición mexicana y les devolvió la corona de la Concacaf.

El silbatazo final fue la señal para la fiesta. En territorio “hostil”, la afición mexicana, fiel a su costumbre, se adueñó del estadio. El NRG Stadium se convirtió en una sucursal del Azteca, un mar verde, blanco y rojo que celebraba el regreso a la cima. La victoria, más allá del título, significa un impulso anímico invaluable en el camino hacia la Copa del Mundo. Un recordatorio de la pasión, la entrega y el talento que corre por las venas del fútbol mexicano. El triunfo ante el rival de siempre, en su propia casa, es un mensaje claro: México está de vuelta y listo para competir con los mejores. El sueño mundialista está más vivo que nunca, y esta Copa Oro es el primer paso hacia la gloria.

Fuente: El Heraldo de México