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7 de julio de 2025 a las 09:50
Más allá del BRICS: Una nueva era
Del G7 al BRICS: Dos caras de la misma moneda, o una quimera vestida de multilateralismo? Recientemente, el mundo ha sido testigo de un interesante ballet geopolítico: el paso de la cumbre del G7 en Canadá a la del BRICS en Brasil. Mientras el G7, bajo el peso de sus propias contradicciones y la sombra del resurgimiento de nacionalismos, debatía los problemas del mundo desarrollado, el BRICS se presentaba en Río de Janeiro con la promesa de un "Sur Global" fortalecido y una gobernanza más inclusiva. La imagen del presidente brasileño, invitado en el G7 y conversando con sus líderes, contrasta con la opacidad que envuelve al BRICS, un foro que, a pesar de su retórica de apertura, se muestra reticente al verdadero diálogo con otras potencias.
Más allá de las comparaciones superficiales sobre el potencial económico y demográfico, o las tensiones internas de ambos bloques –Trump en el G7, las complejas relaciones entre Rusia y China en el BRICS–, se esconde una realidad más profunda. El G7, con sus cinco décadas de historia, carga con la etiqueta de neoliberalismo, blanco de críticas desde diversos frentes. Mientras tanto, el BRICS, con apenas dieciséis años, se ha autoproclamado defensor de un mundo justo, una narrativa que choca frontalmente con la realidad de algunos de sus miembros: regímenes autoritarios con historiales de invasión, supresión de libertades y un marcado desprecio por los derechos humanos.
La idea del BRICS como representante del Sur Global es, cuanto menos, problemática. La inclusión de Rusia, un país europeo con un historial de confrontación con las democracias occidentales, desdibuja por completo esa imagen. Bajo la máscara de defensor de los oprimidos, Rusia busca aliados en su propia batalla geopolítica. Su presencia en el BRICS sirve más a sus intereses particulares que a los de las naciones en desarrollo que el bloque pretende representar.
Otro mito que se perpetúa es el del BRICS como abanderado del multilateralismo y la reforma de la ONU. Si bien Brasil e India abogan por una mayor representatividad en el Consejo de Seguridad, la realidad es que China y Rusia, con su poder de veto, bloquean cualquier reforma que pueda diluir su influencia. Su discurso a favor de un orden multilateral suena hueco cuando sus acciones demuestran un apego a un sistema que les beneficia desproporcionadamente.
Se argumenta que el BRICS es una alternativa al G7, una visión diferente de la economía, el poder y la gobernanza mundial, más justa y equitativa. Pero la realidad es que el BRICS busca, no un nuevo orden, sino una mayor participación en el existente, o la creación de estructuras paralelas, similares a las occidentales, pero bajo su control. No se trata de un cambio de paradigma, sino de una lucha por el poder dentro del sistema actual.
Es innegable que el crecimiento del BRICS refleja el descontento de muchos países con el orden mundial y su deseo de fortalecer su posición negociadora. Algunos de sus miembros podrían, eventualmente, convertirse en una alternativa al G7. Sin embargo, un mundo liderado por potencias como China, Rusia o Irán presentaría desafíos monumentales para los derechos humanos y las libertades individuales. La promesa de un mundo más justo bajo el liderazgo del BRICS se desvanece ante la evidencia de las acciones de sus miembros. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Estamos cambiando una forma de hegemonía por otra, quizás incluso más opresiva? El futuro del multilateralismo, y del mundo en general, depende de la respuesta.
Fuente: El Heraldo de México