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7 de julio de 2025 a las 09:05
Domina la envidia: Guía práctica
La envidia, ese sentimiento tan humano y a veces tan incómodo, nos acompaña a lo largo de la vida, susurrándonos al oído comparaciones y alimentando la sensación de carencia. Más allá de la simple molestia, la envidia nos habla de nuestras propias aspiraciones, de nuestros anhelos y de cómo nos percibimos en el entramado social. De hecho, comprender sus diferentes matices nos permite no solo gestionarla mejor, sino también utilizarla como un motor para nuestro crecimiento personal.
Pensemos, por ejemplo, en ese anhelado ascenso en el trabajo. Imaginemos a dos compañeros, ambos deseando el mismo puesto. Uno, al ver que su colega obtiene el reconocimiento, se sume en una profunda tristeza, una especie de envidia depresiva. La alegría del otro se convierte en un espejo que refleja su propia frustración, alimentando un sentimiento de incapacidad y desánimo. Esta envidia, que se manifiesta como una melancolía paralizante, puede ser un síntoma de una baja autoestima, una señal de que necesitamos reforzar nuestra confianza y reconocer nuestro propio valor.
Por otro lado, imaginemos a otro compañero que, ante el mismo escenario, reacciona con hostilidad. La envidia se transforma en resentimiento, en un deseo de menoscabar los logros del otro. Comienzan las críticas veladas, los rumores malintencionados, una campaña sutil para desprestigiar el éxito ajeno. Esta envidia hostil, lejos de impulsarnos hacia adelante, nos encierra en un círculo de negatividad, consumiendo nuestra energía en la destrucción en lugar de la construcción.
Pero existe una tercera vía, una forma de envidia que puede ser transformadora: la envidia admirativa. En este caso, el éxito del otro no genera tristeza ni resentimiento, sino admiración y un deseo de emulación. Observamos sus cualidades, sus habilidades, y nos inspiramos para cultivar las nuestras. En lugar de enfocarnos en la carencia, nos centramos en el aprendizaje. El éxito ajeno se convierte en un estímulo, en una guía para nuestro propio desarrollo. Imaginemos a ese compañero que, al ver el ascenso de su colega, reconoce su talento y se propone aprender de él, mejorar sus propias competencias y prepararse para futuras oportunidades. Esta envidia, canalizada positivamente, se convierte en una poderosa herramienta de crecimiento.
Entonces, ¿cómo podemos navegar por este complejo laberinto emocional? La clave reside en la autoaceptación, en el reconocimiento de nuestras propias fortalezas y debilidades. Entender que cada uno de nosotros tiene un camino único, un ritmo propio, nos libera de la presión de las comparaciones. En lugar de anhelar ser como los demás, podemos enfocarnos en ser la mejor versión de nosotros mismos. Cultivar la gratitud por lo que tenemos, celebrar nuestros propios logros, por pequeños que sean, nos permite apreciar el éxito ajeno sin sentirnos amenazados. Y, cuando la envidia aparece, preguntémonos: ¿qué me está enseñando esta emoción? ¿Qué puedo aprender de la persona que admiro? Transformar la envidia en admiración, en un motor para nuestro crecimiento, es un acto de sabiduría y un camino hacia una vida más plena y satisfactoria.
Fuente: El Heraldo de México