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7 de julio de 2025 a las 22:35

Domando Mini-Tiranos con Amor

Criar en la era moderna se asemeja a navegar un mar desconocido, con corrientes impredecibles y un mapa que se reescribe constantemente. La anécdota del niño, el triciclo y la resbaladilla dentro de la casa de juguete nos ofrece una ventana a este complejo universo, donde el deseo innato de explorar del pequeño choca con la preocupación legítima de la madre por su seguridad. Este choque, aparentemente simple, abre un debate crucial sobre los límites de la crianza respetuosa y la necesidad de adaptarla a las realidades cotidianas.

La crianza respetuosa, con su énfasis en la empatía, la validación emocional y la comunicación asertiva, se presenta como un faro en medio de la tormenta. Promete criar niños con una autoestima sólida, capaces de gestionar sus emociones y construir relaciones sanas. Nos invita a dejar atrás los modelos autoritarios del pasado, basados en el miedo y la obediencia ciega, y a abrazar un enfoque más humano, donde el niño es visto como un individuo con derechos y necesidades. Sin embargo, como cualquier filosofía, no está exenta de matices y desafíos.

Imaginemos por un momento a esa madre, observando a su hijo empeñado en su aventura. Por un lado, desea fomentar su autonomía, su espíritu explorador, su capacidad para aprender de la experiencia. Por otro, la posibilidad de un accidente, de un golpe, de un llanto desconsolado, la llena de angustia. ¿Cómo encontrar el equilibrio entre la protección y la libertad? ¿Cómo ser empática sin dejar de ser firme?

La crianza respetuosa no implica renunciar a la autoridad, sino ejercerla de manera consciente y responsable. No se trata de permitir que el niño haga lo que quiera, sino de guiarlo, de acompañarlo en su proceso de aprendizaje, de establecer límites claros y coherentes. En el caso del niño y el triciclo, la madre podría haber optado por bajar la rampa con él, sujetando el triciclo para evitar una caída, o por ofrecerle alternativas seguras para explorar su entorno. La clave está en encontrar un punto medio entre la protección y la exploración, entre la firmeza y la empatía.

Este camino, sin embargo, no está exento de obstáculos. La presión social, las críticas de familiares y amigos, las dudas internas, pueden generar un desgaste emocional considerable. Frases como "te manipula", "te ve la cara", resuenan con fuerza en los oídos de padres que se esfuerzan por criar con consciencia. Es en estos momentos donde la red de apoyo se vuelve fundamental. Contar con grupos de padres, profesionales de la salud mental o simplemente con amigos que compartan la misma filosofía, puede marcar la diferencia.

Además, es importante reconocer que la crianza respetuosa no es una panacea. Existen situaciones que requieren intervenciones específicas, como el apoyo psicológico o la orientación familiar. Hay momentos en los que la seguridad física o emocional del niño está en juego y se requiere una intervención firme e inmediata, aunque sea incómoda. La crianza respetuosa no es sinónimo de permisividad, sino de una búsqueda constante del equilibrio entre el respeto, la libertad y la responsabilidad. Es un aprendizaje continuo, un camino de autodescubrimiento tanto para los padres como para los hijos. Es, en definitiva, una apuesta por un futuro donde la conexión, la empatía y el respeto mutuo sean los pilares de la crianza.

Fuente: El Heraldo de México