Siete años. Parece poco tiempo en la vasta historia de México, un suspiro apenas en la cronología de una nación milenaria. Sin embargo, estos últimos siete años han resonado con una fuerza transformadora que no se veía desde hace generaciones. Un 1 de julio, como un eco de la voluntad popular, se inició un camino, un movimiento, una verdadera Cuarta Transformación de la vida pública de nuestro país. No fue una promesa vacía, sino un compromiso palpable, encabezado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, que resonó en el corazón de millones de mexicanos.

Este movimiento, que hoy continúa con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo al frente del Segundo Piso de la Transformación, no surgió de la nada. Se gestó en las calles, en las comunidades, en el anhelo de un México más justo, más igualitario, donde la dignidad no fuera un privilegio, sino un derecho. Donde la frase "por el bien de todos, primero los pobres" no se quedara en un simple lema, sino que se convirtiera en la brújula que guiara las políticas públicas.

Los cambios no han sido cosméticos, sino profundos, estructurales. Hemos visto, en estos años, una verdadera revolución en la forma de gobernar, un acercamiento genuino a las necesidades de la gente, una escucha atenta a las demandas ciudadanas. Y en las últimas semanas, este espíritu transformador se ha materializado en un paquete de reformas legislativas de gran calado. Reformas en materia de seguridad que fortalecen a la Guardia Nacional, modernizan nuestros sistemas de inteligencia y protegen los derechos fundamentales de los mexicanos. Reformas que nos dan herramientas para combatir la delincuencia organizada, buscar a nuestros desaparecidos y construir un país más seguro para todos.

En la Cámara de Diputados, hemos sido testigos y partícipes de este proceso. El diálogo, el consenso y la pluralidad han sido las constantes en nuestro trabajo. Porque entendemos que la transformación no se construye desde la imposición, sino desde la colaboración. Buscamos siempre el interés superior de las y los mexicanos, trabajando incansablemente para que las leyes que emanan de este Congreso sean un reflejo de las necesidades y aspiraciones de nuestro pueblo.

El camino recorrido no ha sido fácil. Las resistencias al cambio son inevitables. Pero la fuerza de la voluntad popular, la convicción de que estamos construyendo un México mejor, nos impulsa a seguir adelante. A siete años del inicio de esta transformación, podemos afirmar con orgullo que no nos hemos detenido, que el presente de México está en buenas manos y que el futuro se vislumbra promisorio.

Los desafíos que tenemos por delante son grandes, pero nuestra determinación es aún mayor. En los próximos periodos legislativos, abordaremos nuevas materias, con la misma convicción de servicio que nos ha guiado hasta ahora. Seguiremos legislando a favor de México, consolidando los cimientos del nuevo país que estamos construyendo, un país más justo, más próspero y más seguro para todos. La Cuarta Transformación no es un fin en sí misma, sino un proceso continuo, una evolución constante hacia un México mejor. Y en este camino, el compromiso de la Cámara de Diputados es inquebrantable.