
7 de julio de 2025 a las 09:05
AMLO vs Gentrificación: ¿Un incendio inevitable?
La desigualdad urbana no nació de la noche a la mañana. Es la hija ilegítima de un decreto con nombre y apellido: Bando 2. Firmado hace casi un cuarto de siglo, este documento se presentó como la panacea para revitalizar el Centro Histórico, pero en realidad fue el detonante de una bomba de tiempo que hoy estalla en forma de grafitis y vidrios rotos en las calles más "chic" de la capital. Se prometió rescate, pero se gestó desplazamiento. Se ofreció reactivación, pero se dispararon las rentas, expulsando a familias enteras a la periferia. La ironía es palpable: el corazón de la ciudad late con fuerza, pero a costa de la asfixia de sus extremidades.
El Bando 2, con sus incentivos fiscales y permisos a la medida, desató una fiebre inmobiliaria que concentró la inversión en el centro, mientras las alcaldías periféricas languidecían en el olvido. ¿El resultado? Un abismo social que separa a quienes pueden pagar 40 mil pesos por un estudio en la Roma o la Condesa, de aquellos que luchan por un espacio digno en Iztapalapa o Tláhuac. La ciudad se ha convertido en un escaparate de contrastes, donde la modernidad y la precariedad se miran a la cara sin reconocerse.
La llegada de la pandemia y el auge del nomadismo digital no hicieron más que agravar la situación. Colonias emblemáticas como la Roma o la Condesa se transformaron en un catálogo de Airbnbs y cafés bilingües, perdiendo su esencia barrial y convirtiéndose en un escenario para la "experiencia mexicana" de turistas y extranjeros adinerados. Mientras tanto, la inversión en infraestructura, transporte y oportunidades sigue siendo una promesa incumplida para las zonas marginadas.
Y en medio de este panorama, surge la rabia. La rabia de quienes ven cómo su ciudad se transforma en un parque de diversiones para unos pocos, mientras ellos son relegados a la periferia. La rabia de quienes fueron expulsados de sus barrios por la especulación inmobiliaria. La rabia de quienes ven cómo la brecha entre ricos y pobres se ensancha cada día más.
El descontento social se manifiesta de diversas formas. Desde las protestas en las calles, hasta el rechazo a los extranjeros, que se convierten en el chivo expiatorio de una problemática mucho más compleja. Casos como el de la argentina Ximena Pichel o el estadounidense que paseaba a sus perros sin recoger sus desechos, alimentan el fuego del odio y la xenofobia, demostrando la fragilidad del tejido social y la necesidad de una intervención urgente por parte de las autoridades.
Mientras tanto, en otras latitudes del país, la tragedia se viste de cinismo. En Ciudad Juárez, el alcalde Cruz Pérez Cuéllar encabeza cabalgatas y torneos de golf mientras cientos de familias buscan respuestas ante el macabro hallazgo del crematorio "Plenitud". La indolencia del gobierno ante el dolor de sus ciudadanos es una muestra más de la profunda crisis que atraviesa el país.
La ciudad, otrora un espacio de encuentro y convivencia, se ha convertido en un campo de batalla donde la desigualdad y la injusticia son las armas principales. El Bando 2, ese decreto silencioso y determinante, fue la chispa que encendió la mecha. Y mientras el responsable descansa plácidamente en su hamaca, la ciudad arde en llamas. El futuro es incierto, pero una cosa es clara: la deuda social sigue pendiente y la olla de presión está a punto de estallar.
Fuente: El Heraldo de México