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7 de julio de 2025 a las 17:40

Alerta: Paro transportistas 7 julio - Rutas alternativas

La tensión se palpaba en el aire desde la madrugada. El rugir de los motores, habitual banda sonora de la México-Puebla, fue reemplazado por un silencio premonitorio, roto solo por las voces de los transportistas. Desde las 5:00 am, la vital arteria que conecta la capital con el estado de Puebla se convirtió en un escenario de protesta. No era un paro más. Era un grito desesperado ante la ola de inseguridad que azota la región, un clamor que resonaba con la fuerza de la frustración y el miedo.

La Asociación de Transportistas, fiel a su palabra, había cumplido la amenaza. El comunicado, emitido con la frialdad de lo inevitable, resonaba en los medios de comunicación y las redes sociales: "Cierre temporal de la autopista debido a la creciente ola de asaltos y actos de violencia". Una frase que resumía la pesadilla que viven a diario quienes se arriesgan a transitar por esta importante vía.

Las historias se multiplican. Conductores que han visto la muerte de cerca, despojados de sus pertenencias, de su carga, y en algunos casos, hasta de su libertad. El temor se ha convertido en un compañero de viaje, un fantasma que acecha en cada curva, en cada kilómetro recorrido. Y ante la falta de respuesta, ante la indiferencia de las autoridades, el paro se presentaba como la única salida, la única forma de hacerse escuchar.

"No hemos recibido la atención necesaria para garantizar la integridad de nuestros conductores y la carga que transportan", denunciaban en el comunicado. Una acusación directa que ponía en evidencia la incapacidad del gobierno para brindar la seguridad que les corresponde. La autopista, símbolo del progreso y la conectividad, se transformaba en un territorio sin ley, donde la vida pendía de un hilo.

La inseguridad, como un virus, se ha propagado alcanzando niveles críticos, poniendo en riesgo no solo la vida de los conductores, sino también la estabilidad económica de la región. La carga que transportan, vital para el comercio y la industria, se convertía en un botín para la delincuencia, generando pérdidas millonarias y sembrando la incertidumbre en el sector.

La reapertura, anunciada por Capufe horas después, trajo un respiro momentáneo. El tráfico, como un torrente contenido, volvió a fluir, aunque con la lentitud propia de la congestión acumulada. La imagen de los vehículos avanzando lentamente, casi a paso de hombre, reflejaba la fragilidad del momento, la sensación de que la calma era solo un espejismo.

“Se retiran los manifestantes, se restablece la circulación… Maneja con precaución”, rezaba el comunicado de Capufe. Un mensaje cargado de una ironía amarga. La precaución, en este contexto, se antojaba insuficiente. La verdadera precaución, la que exigían los transportistas, era la presencia efectiva de las autoridades, la garantía de que la autopista volvería a ser un espacio seguro. La pregunta, latente en el aire, era si esta reapertura significaba una solución real o simplemente una pausa antes del próximo capítulo de esta historia de inseguridad e impunidad.

Fuente: El Heraldo de México