La noche del 4 de julio se tiñó de rojo en la colonia Sacramento, alcaldía Álvaro Obregón. Una riña en un bar, ubicado en la confluencia de las avenidas Alta Tensión y Central, culminó con un hombre herido por arma blanca en la pierna. La víctima fue trasladada de urgencia a un hospital para recibir atención médica especializada, mientras la policía de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) iniciaba una carrera contrarreloj para dar con los responsables. Los uniformados, desplegados en el sitio, comenzaron a recabar testimonios de los testigos presenciales, cada palabra, cada gesto, cada detalle, buscando reconstruir el puzzle de la violencia. Paralelamente, las cámaras de videovigilancia del establecimiento, ojos silenciosos que todo lo ven, proporcionaron una pista clave: un vehículo compacto rojo, veloz escape de los agresores. La información fluyó rápidamente al Centro de Comando y Control (C2) Poniente, donde los monitoristas, con la precisión de cirujanos, trazaron la ruta de escape del vehículo.

La cacería había comenzado. Un operativo de búsqueda se desplegó por toda la alcaldía, patrullas vigilantes, la tensión palpable en el aire. Finalmente, en el cruce de la Calle 2 y la Calle C, en la colonia Las Victorias, el vehículo rojo apareció. Sus ocupantes, tres hombres, mostraban un comportamiento nervioso, sospechoso, como presas que sienten la cercanía del cazador. Los oficiales, siguiendo el protocolo de actuación policial, se aproximaron con cautela. La revisión preventiva, un procedimiento rutinario, destapó un secreto inesperado: cuatro paquetes envueltos en cinta canela, con un contenido inconfundible: marihuana. La riña en el bar, la huida desesperada, todo parecía cobrar un nuevo sentido.

Los tres hombres, de 41, 44 y 26 años de edad, fueron detenidos. Sus derechos de ley, leídos con la solemnidad del ritual, marcaron el inicio de un nuevo capítulo en esta historia. El Ministerio Público, receptor de los detenidos y la evidencia, tendrá la tarea de desentrañar la verdad, de determinar su situación jurídica y continuar con las investigaciones. La historia, sin embargo, no termina aquí. Un cruce de información reveló un pasado turbio, un historial delictivo que añade otra capa de complejidad al caso. El hombre de 44 años, con un ingreso al Sistema Penitenciario en 2012 por Robo agravado, y una mancha en su expediente ante el Juez Cívico. El de 41 años, dos veces tras las rejas en 2004 y 2006, también por Robo agravado, y dos actas administrativas ante el Juez Cívico. Y el más joven, el de 26 años, con un ingreso por Delitos contra la salud en 2025. ¿Casualidad? ¿Coincidencia? Las preguntas flotan en el aire, mientras la justicia, con su ritmo lento pero implacable, busca las respuestas. La noche del 4 de julio, una riña en un bar, destapó una caja de Pandora llena de interrogantes. ¿Qué relación hay entre la agresión, la droga y el historial delictivo de los detenidos? ¿Se trata de un ajuste de cuentas? ¿De un negocio que salió mal? La investigación continúa, y la ciudad, expectante, espera el desenlace de esta historia.