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6 de julio de 2025 a las 17:10

La verdad tras la ausencia de Díaz en el funeral de Jota

El silencio en Anfield es ensordecedor. La ausencia de Diogo Jota pesa como una losa sobre el césped, un vacío que ningún gol podrá llenar. Su trágico fallecimiento, junto al de su hermano André Silva, ha dejado una herida profunda en el corazón del fútbol mundial. Pero en Liverpool, la tristeza se tiñe de incredulidad y desilusión. La solidaridad que se respiraba en el vestuario, ese lazo invisible que une a los jugadores en los momentos difíciles, parece haberse roto.

Diez días. Tan solo diez días separaban a Diogo de la felicidad plena de su reciente matrimonio con Rute Cardoso, el amor de su adolescencia. Diez días que ahora se antojan una eternidad. Tres pequeños, de apenas cuatro años, se quedan sin la figura paterna, sin los juegos, las risas, las enseñanzas de un padre que les adoraba. Un futuro truncado, una familia destrozada.

El funeral fue un mar de lágrimas. Compañeros del Liverpool, rostros compungidos por la pérdida, viajaron desde distintos rincones del mundo para dar el último adiós a su amigo, a su compañero de batallas. Un testimonio del cariño y el respeto que Diogo se había ganado. Algunos, como Mohamed Salah, no pudieron estar presentes, pero su ausencia se entiende por compromisos ineludibles. Sin embargo, la ausencia de Luis Díaz es una herida abierta, una espina clavada en la memoria de la afición.

Noviembre de 2023. La angustia se apoderaba de Luis Díaz. Su padre, Luis Manuel “Mane” Díaz, había sido secuestrado en Barrancas. Días de incertidumbre, de miedo, de impotencia. En medio de la tormenta, un rayo de esperanza. Diogo Jota, en un partido contra el Nottingham Forest, marca un gol y lo celebra mostrando una camiseta con el nombre de Luis Díaz. Un gesto de solidaridad, un mensaje de apoyo que recorrió el mundo, un abrazo a la distancia en el momento más oscuro.

Doce días duró el secuestro del padre de Luis Díaz. Doce días que parecieron una eternidad. La liberación de su madre, Cilenis Miranda, horas después del secuestro, fue un pequeño alivio en medio del torbellino. El Liverpool, como club, y sus compañeros, como familia, arroparon a Luis Díaz, permitiéndole ausentarse para estar cerca de los suyos. Pero fue el gesto de Diogo Jota, ese grito silencioso de apoyo en medio del rugido del estadio, el que quedó grabado en la memoria de todos.

Y ahora, ante la tragedia que golpea a la familia de Diogo, la ausencia de Luis Díaz en el funeral es una sombra que se cierne sobre su figura. Las imágenes que circulan en redes sociales, mostrando al colombiano en una fiesta con influencers, han avivado la indignación de la afición. “Hay espacio para todo”, reclaman algunos, pero ¿hay espacio para la fiesta cuando un amigo, que te tendió la mano en tu momento más difícil, te necesita?

Las condolencias a través de Instagram parecen insuficientes, un eco vacío en el silencio de Anfield. La decepción es palpable. “Así es la vida”, comentan con amargura los aficionados, recordando el gesto de Diogo. La solidaridad, la empatía, la gratitud, parecen valores perdidos en el laberinto de la fama y las redes sociales.

La herida de la pérdida de Diogo Jota tardará en cicatrizar. Pero la ausencia de Luis Díaz, la falta de ese abrazo en el momento del dolor, dejará una cicatriz aún más profunda en la memoria de la afición del Liverpool. Un recordatorio de que, a veces, los gestos valen más que las palabras, y que la verdadera amistad se demuestra en los momentos difíciles, no en las celebraciones.

Fuente: El Heraldo de México