
6 de julio de 2025 a las 20:40
¡Estrés: Enemigo silencioso del corazón!
El tic-tac incesante del reloj, la presión por cumplir con plazos imposibles, las responsabilidades familiares que se acumulan como una montaña… Vivimos en una sociedad que nos exige estar “siempre conectados”, “siempre productivos”, y este ritmo frenético tiene un precio: el estrés. Pero más allá del cansancio y la irritabilidad, este enemigo silencioso se infiltra en nuestro organismo, dejando una huella especialmente peligrosa en nuestro corazón. Ya no hablamos solo de una molestia pasajera, sino de una amenaza real que puede desencadenar desde hipertensión hasta infartos.
Imaginen una cuerda tensa, sometida a una presión constante. Así se comportan nuestras arterias bajo los efectos del estrés crónico. La cascada de hormonas que se libera en nuestro cuerpo, como el cortisol, actúa como un látigo, elevando la presión arterial, inflamando las paredes de los vasos sanguíneos y creando el caldo de cultivo perfecto para la formación de placas que obstruyen el flujo sanguíneo. Es como si el estrés acelerara el motor de nuestro cuerpo hasta llevarlo al límite, sin darle respiro ni tiempo para recuperarse.
El Dr. Glenn Levine, médico clínico y profesor de medicina en el prestigioso Baylor College of Medicine, lo describe con una claridad meridiana: "Reducir el estrés no solo mejora la calidad de vida, sino que también puede salvarla". Sus palabras resuenan como una advertencia, un llamado a la acción para tomar las riendas de nuestra salud emocional y proteger el motor que nos mantiene vivos. No se trata de una cuestión de bienestar, sino de supervivencia.
Estudios científicos de renombre, publicados en revistas como el Journal of the American College of Cardiology y Hypertension, corroboran esta preocupante realidad. Las cifras son contundentes: individuos con niveles elevados de cortisol duplican el riesgo de sufrir eventos cardiovasculares. Imaginen la magnitud del problema: un 90% más de probabilidades de padecer infartos, derrames cerebrales o hipertensión simplemente por no gestionar adecuadamente el estrés. La evidencia científica es irrefutable: el estrés puede romper corazones, literalmente.
Pero no todo está perdido. Afortunadamente, existen herramientas a nuestro alcance para combatir este enemigo invisible. La clave reside en aprender a gestionar el estrés, incorporando a nuestra rutina diaria prácticas que nos ayuden a recuperar el equilibrio y la serenidad. Desde técnicas de respiración consciente y meditación, hasta la práctica regular de yoga o ejercicio físico, pasando por la terapia psicológica y los grupos de apoyo. Incluso pequeños cambios en nuestro estilo de vida, como dormir al menos 7 horas por noche y reducir el consumo de cafeína y alcohol, pueden marcar una diferencia significativa.
No se trata de eliminar el estrés por completo, algo prácticamente imposible en el mundo actual. Se trata de aprender a convivir con él, de desarrollar la resiliencia necesaria para afrontar los desafíos sin que nuestra salud se vea comprometida. Cuidar de nuestro corazón implica mucho más que controlar el colesterol y evitar las grasas saturadas. Implica también prestar atención a nuestras emociones, gestionar el estrés y cultivar un estilo de vida que nos permita vivir con plenitud y tranquilidad. Nuestro corazón, el motor incansable que nos impulsa día a día, nos lo agradecerá. La salud cardiovascular no es un juego, es una inversión a largo plazo en nuestra calidad de vida. Y el primer paso para protegerla está en nuestras manos.
Fuente: El Heraldo de México