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6 de julio de 2025 a las 09:15

El control te vigila: ¿hasta cuándo?

La sombra de un Estado omnipresente se cierne sobre México. La reciente eliminación del Instituto Federal de Telecomunicaciones no es un simple ajuste administrativo, sino un golpe certero a la médula de nuestras libertades. Se ha consumado la creación de un aparato de vigilancia con el potencial de rastrear cada paso, cada conversación, cada susurro digital de los ciudadanos. Nos encontramos en la antesala de un futuro orwelliano donde el Gran Hermano, encarnado en el poder político, tendrá acceso irrestricto a nuestras vidas.

Imaginen un México donde cada teléfono celular se convierte en un grillete electrónico invisible. Donde el gobierno, sin necesidad de una orden judicial, puede conocer nuestra ubicación exacta en tiempo real. ¿Con quién nos reunimos? ¿Qué decimos? ¿A dónde vamos? Toda esta información, que debería ser privada e inviolable, quedará expuesta a la mirada inquisidora del Estado. Este no es un escenario hipotético, es la realidad que se avecina si no alzamos la voz.

Las consecuencias de esta reforma son devastadoras y se extienden a todos los ámbitos de la sociedad. Los periodistas, valientes guardianes de la verdad, se verán sometidos a una vigilancia constante, exponiéndolos a represalias y silenciando las voces críticas. Los activistas, defensores incansables de los derechos humanos, serán rastreados y perseguidos, impidiendo el ejercicio de la disidencia. Los empresarios, motores del desarrollo económico, verán sus estrategias y negociaciones expuestas, creando un clima de incertidumbre y desconfianza que ahuyentará la inversión.

Este no es el México que queremos. No es el futuro que merecemos. No podemos permitir que el miedo y la opresión se apoderen de nuestra nación. Debemos resistir con firmeza esta deriva autoritaria y defender nuestros derechos fundamentales. El futuro de nuestra democracia está en juego.

La eliminación del IFT no solo vulnera nuestra privacidad, sino que también compromete el desarrollo tecnológico del país. ¿Qué empresa innovadora querrá invertir en un país donde el gobierno puede espiar a sus usuarios sin restricciones? La respuesta es clara: ninguna. La inversión extranjera se desvanecerá, llevándose consigo la promesa de un futuro próspero. Nos quedaremos rezagados en la carrera tecnológica, condenados a la obsolescencia y la dependencia.

El internet, herramienta fundamental para la comunicación y el acceso a la información, se volverá un lujo inaccesible para muchos. Los precios se dispararán, creando una brecha digital aún más profunda. Los jóvenes, quienes deberían ser los protagonistas de la innovación, se verán limitados en su acceso a las nuevas tecnologías, hipotecando su futuro y el del país.

Es imperativo que los mexicanos comprendamos la gravedad de esta situación. No podemos permanecer indiferentes ante el desmantelamiento de nuestras instituciones y la erosión de nuestras libertades. Debemos exigir a nuestros representantes que rindan cuentas y que defiendan los intereses del pueblo. El silencio nos hace cómplices. La apatía nos convierte en esclavos. Alcemos la voz y defendamos nuestro derecho a la privacidad, a la libertad de expresión y a un futuro democrático. El tiempo de actuar es ahora. Mañana puede ser demasiado tarde.

Fuente: El Heraldo de México