
6 de julio de 2025 a las 09:15
Alerta: ¿Fentanilo desapareciendo en EEUU?
El silencio ensordecedor en torno al origen real del fentanilo que inunda las calles estadounidenses es, cuanto menos, inquietante. Mientras la administración Trump apunta con el dedo acusador a México y China, la evidencia susurra una historia diferente, una narrativa incómoda que se desarrolla en el propio corazón de Estados Unidos. Si bien los esfuerzos en la frontera sur han logrado frenar el flujo migratorio y el tráfico de otras sustancias, el fentanilo, cual fantasma, sigue apareciendo en los mismos rincones oscuros, al mismo precio y con la misma letalidad.
¿Cómo es posible que con una frontera prácticamente blindada, con una inversión millonaria en seguridad y con la colaboración del gobierno mexicano, el fentanilo siga campando a sus anchas en territorio estadounidense? La respuesta, aunque dolorosa de admitir, parece obvia: la producción, o al menos una parte significativa de ella, se encuentra en el interior del país. Negar esta realidad es como tapar el sol con un dedo.
Imaginemos por un momento la complejidad logística que implica traficar fentanilo desde China a México, producirlo allí y luego introducirlo a Estados Unidos, sorteando los exhaustivos controles fronterizos. Ahora, comparemos ese escenario con la relativa simplicidad de producirlo localmente, cerca de los consumidores, evitando así los riesgos y costos asociados al tráfico internacional. La lógica aplastante nos lleva a una conclusión inevitable: existen redes de producción y distribución operando dentro de las fronteras estadounidenses.
La pregunta entonces es: ¿por qué se ignora esta posibilidad? ¿Por qué se insiste en una narrativa que, a la luz de los hechos, se desmorona? Quizás la respuesta se encuentre en el terreno político. Señalar a enemigos externos es una estrategia efectiva para desviar la atención de los problemas internos. Es más fácil culpar a China y a México que reconocer la existencia de un problema de corrupción y crimen organizado dentro de las propias instituciones.
Mientras la discusión se centra en la frontera sur, los verdaderos responsables, los cárteles locales y las redes de narcotráfico que operan en la sombra, continúan con su macabro negocio. La negación de esta realidad no solo es irresponsable, sino que también pone en peligro la vida de miles de estadounidenses. Es hora de que el gobierno de Estados Unidos deje de lado la retórica y enfrente la verdad, por dolorosa que sea. Es hora de investigar a fondo las redes de producción y distribución internas, de depurar las instituciones corruptas y de implementar políticas de prevención y tratamiento de la adicción que realmente funcionen.
La lucha contra el fentanilo no se gana construyendo muros, sino desmantelando las estructuras criminales que operan impunemente en el interior del país. Solo reconociendo la verdadera dimensión del problema se podrá encontrar una solución efectiva. De lo contrario, la epidemia del fentanilo seguirá cobrando víctimas, mientras el gobierno mira hacia otro lado. El pueblo estadounidense merece más que excusas y necesita acciones concretas. La verdad, aunque incómoda, es el primer paso para la sanación.
La conmemoración de la independencia estadounidense debería servir como un recordatorio de los valores que forjaron esta nación: justicia, libertad y la búsqueda de la verdad. Es momento de aplicar esos valores a la crisis del fentanilo y exigir a los líderes que actúen con responsabilidad y transparencia. El futuro del país depende de ello.
Fuente: El Heraldo de México