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5 de julio de 2025 a las 09:20

Alcatraz: ¿Miedo o política?

La ironía muerde con la sutileza de un caimán en los Everglades. "Alligator Alcatraz", un nombre que evoca la comedia absurda de principios de siglo, se convierte en la cruda realidad para miles de inmigrantes en Florida. Este centro de detención, erigido sobre los cimientos de un aeropuerto fallido, se alza como un monumento a la política migratoria de la era Trump. Un espacio que, en su génesis, fue rechazado por la población por su impacto ambiental, ahora es abrazado por la misma administración que lo promueve con un humor macabro, banalizando el sufrimiento humano.

La comparación con Auschwitz, aunque pueda parecer exagerada a primera vista, no carece de fundamento. No se trata de un exterminio sistemático y directo, pero sí de una forma de aniquilación social, de una deshumanización que reduce al migrante a la categoría de "criminal" sin juicio previo. Se le confina, se le aísla, se le somete a condiciones inhumanas, desde el calor sofocante de los Everglades hasta la amenaza constante de los huracanes. Es un limbo jurídico y existencial, donde la esperanza se diluye en el pantano.

El panóptico de Foucault, la cárcel moderna que busca disciplinar y castigar, se queda corto para explicar la complejidad de "Alligator Alcatraz". Aquí no se busca la reinserción, sino la disuasión, el miedo como herramienta de control social. Un miedo que se propaga a través de las redes sociales, amplificado por memes y campañas publicitarias que frivolizan el sufrimiento ajeno. La propagandista que bromea sobre los caimanes teniendo "65 millones de comidas" no solo deshumaniza a los migrantes, sino que también expone la perversidad de un sistema que se nutre del dolor ajeno.

La crueldad, en este contexto, deja de ser un efecto secundario para convertirse en el objetivo mismo. El placer que genera el espectáculo del sufrimiento, el goce perverso ante la desgracia del "otro", se convierte en la razón de ser de "Alligator Alcatraz". Es un mensaje claro, dirigido a la comunidad latina: "No son bienvenidos". Un mensaje que se refuerza con la ironía del nombre, con la trivialización del sufrimiento, con la construcción de un espacio que se asemeja más a un zoológico humano que a un centro de detención.

La pregunta que plantea Ignacio Anaya, "¿cómo entender estos centros de detención?", resulta crucial. No se trata solo de entender la lógica perversa del sistema, sino de cuestionarla, de denunciarla, de resistirla. Porque "Alligator Alcatraz" no es un caso aislado, sino un síntoma de una enfermedad social que se extiende por todo el mundo. Una enfermedad que se alimenta del miedo, del odio y de la indiferencia. Y contra esa enfermedad, la única cura posible es la empatía, la solidaridad y la lucha por los derechos humanos.

El pueblo Miccosukee, originario de la región, también ha alzado la voz contra la construcción de este centro. Su rechazo no solo se basa en el impacto ambiental, sino también en una profunda comprensión de la tierra y de la dignidad humana. Un recordatorio de que la resistencia a la opresión no es solo un deber moral, sino también una necesidad vital. Porque cuando se ataca a uno, se ataca a todos. Y cuando se calla ante la injusticia, se convierte en cómplice.

Fuente: El Heraldo de México