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4 de julio de 2025 a las 05:15

Syntek y The Doors: ¡Sorpresa musical!

La bañera parisina, testigo silencioso de un final abrupto. 54 años han transcurrido desde aquel fatídico día en que Jim Morrison, el enigmático Rey Lagarto, nos dejó sumidos en un silencio musical que aún resuena. La onda expansiva de su ausencia sacudió los cimientos de The Doors, una banda que se aferró a la memoria de su líder para continuar un camino marcado por la nostalgia y la búsqueda de un nuevo horizonte sonoro. La leyenda de Morrison, tejida con poesía, rebeldía y una voz inconfundible, se convirtió en el faro que guiaría los pasos de sus compañeros. Ray Manzarek, Robby Krieger, John Densmore… nombres que resonaban en el eco de una época dorada, se enfrentaron al desafío de honrar el legado del poeta mientras exploraban nuevas sendas musicales.

En esa búsqueda de reinventarse sin traicionar su esencia, se dieron encuentros inesperados, fusiones musicales que sorprendieron a propios y extraños. Uno de esos momentos, un chispazo de creatividad transatlántica, tuvo lugar en 1993. Aleks Syntek, joven promesa de la escena musical mexicana, recibió un elogio que parecía un sueño: el mismísimo Ray Manzarek, arquitecto sonoro de The Doors, le felicitaba por su trabajo en la banda sonora de un cortometraje. Syntek, incrédulo ante semejante halago, lanzó un desafío casi en broma: si realmente era Manzarek quien le escribía, le invitaba a participar en la grabación de su segundo álbum, "Más fuerte de lo que pensaba".

Lo que parecía una fantasía, una quimera juvenil, se materializó de la manera más inesperada. Ray Manzarek, fiel a su palabra, cruzó el océano y se unió a Syntek en el estudio. La fusión de dos mundos aparentemente dispares, el rock psicodélico de The Doors y el pop electrónico de Syntek, dio como resultado "Nuestras Costumbres", una canción que se convirtió en un testimonio palpable de la universalidad del lenguaje musical. Un encuentro fortuito, un cruce de caminos entre dos generaciones y dos culturas, que dejó una huella imborrable en la historia de la música.

Este episodio, a menudo relegado a una anécdota curiosa, nos invita a reflexionar sobre la permeabilidad de las fronteras artísticas. La música, en su esencia, es un puente que conecta almas, un idioma universal que trasciende las barreras del tiempo y el espacio. La colaboración entre Manzarek y Syntek es un ejemplo de cómo la admiración mutua y la apertura a nuevas experiencias pueden dar lugar a creaciones inesperadas y enriquecedoras.

Más allá de la rareza o la aparente incongruencia de este crossover, subyace una lección fundamental: la música es un organismo vivo en constante evolución, un diálogo ininterrumpido entre artistas que, a través de la experimentación y la colaboración, construyen un legado sonoro que trasciende generaciones. La bañera parisina, testigo mudo del final de una era, no pudo contener el espíritu indomable de la música, que continuó fluyendo, adaptándose y reinventándose en cada nuevo encuentro, en cada nueva colaboración. Y así, la leyenda de The Doors, lejos de apagarse, se expandió, encontrando nuevos ecos en las voces y los instrumentos de artistas de todo el mundo, como un recordatorio constante de que la música, al igual que la vida, siempre encuentra la manera de seguir adelante.

Fuente: El Heraldo de México