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4 de julio de 2025 a las 05:05

Domina el arte de las formas con la lengua

Desde pequeños, experimentamos con nuestro cuerpo, descubriendo qué podemos hacer con él. Mover los dedos de los pies, tocarnos la nariz con la lengua, cruzar los ojos… un sinfín de pequeñas exploraciones que nos fascinan. Y entre estas, se encuentra la habilidad de hacer formas con la lengua, un talento que para algunos es tan natural como respirar, mientras que para otros resulta una tarea imposible. ¿Te has preguntado alguna vez qué hay detrás de esta peculiar destreza?

Más allá de un simple juego infantil, la capacidad de contorsionar la lengua en forma de U, enrollarla como un taquito, dividirla en dos o crear ondulaciones, ha despertado el interés de expertos que buscan comprender qué nos dice sobre nosotros mismos. ¿Se trata de un don genético, un rasgo aprendido o una combinación de ambos? ¿Refleja aspectos de nuestra personalidad, de nuestro entorno o de nuestro desarrollo individual?

La psicología del comportamiento ha observado ciertos patrones en las personas con esta habilidad, sugiriendo una posible conexión con rasgos de personalidad específicos. Se les asocia, por ejemplo, con una mayor predisposición a la curiosidad, una inclinación hacia la exploración de nuevas experiencias y una facilidad para la imitación. También se les atribuye una mayor sensibilidad a los estímulos gustativos, lo que podría explicar su interés por experimentar con la lengua.

Sin embargo, la pregunta del millón sigue siendo: ¿nacemos con esta habilidad o la adquirimos? Durante mucho tiempo, la creencia popular, incluso dentro de la comunidad científica, apuntaba a la herencia genética como único factor determinante. Se pensaba que la presencia de un gen específico era la clave para poder doblar la lengua en U. No obstante, investigaciones más recientes han matizado esta postura, abriendo la puerta a la influencia del aprendizaje y del entorno.

Se ha observado que la práctica constante y la imitación, especialmente durante la infancia, pueden jugar un papel crucial en el desarrollo de esta destreza. Niños que crecen en entornos donde se estimula la experimentación con el cuerpo, donde se imitan gestos y se juega con la lengua, tienen mayores probabilidades de desarrollar esta habilidad, incluso si no existe una predisposición genética. Esto sugiere que la plasticidad del cerebro, su capacidad para adaptarse y aprender, es un factor a tener en cuenta.

Entonces, ¿qué significa realmente poder hacer formas con la lengua? La respuesta, como en muchos aspectos de la vida, no es sencilla. Si bien la genética puede predisponer, el entorno y la práctica pueden potenciar o incluso crear esta peculiar habilidad. Más allá de ser una simple curiosidad, se convierte en un ejemplo fascinante de cómo la interacción entre naturaleza y crianza nos moldea como individuos, desde los rasgos más visibles hasta las capacidades más insospechadas. Y tú, ¿qué formas puedes hacer con tu lengua?

Fuente: El Heraldo de México