
4 de julio de 2025 a las 09:30
Descubre el lado oscuro de la historia
La sombra de la pandemia aún se cierne sobre México, un espectro palpable en las cifras que, frías e implacables, revelan la magnitud de la tragedia. No son meras estadísticas, sino la huella imborrable de miles de vidas truncadas, un testimonio silencioso del dolor que aún perdura en miles de hogares. El cuarto lugar a nivel mundial en muertes en exceso, según la OMS, es una losa pesada que carga el país, una cicatriz que nos recuerda la fragilidad de la existencia y la importancia de una gestión eficaz ante las crisis sanitarias.
Pero más allá del número global, se esconden dramas individuales, historias de pérdidas irreparables. El liderazgo en fallecimientos de personal de salud en América es una herida abierta, un tributo doloroso a quienes estuvieron en la primera línea de batalla, expuestos al virus sin las protecciones adecuadas. Médicos, enfermeras, personal de apoyo, todos ellos entregaron su vida en un intento desesperado por salvar a otros. ¿Cómo olvidar sus rostros, sus nombres, sus historias de sacrificio y dedicación?
Y qué decir de los niños, los huérfanos de la pandemia, cuyo número supera incluso al de gigantes demográficos como India, Brasil o Estados Unidos. Infancias marcadas por la ausencia, futuros inciertos, un vacío emocional que ninguna estadística puede cuantificar. Son la generación que heredará el dolor de la pandemia, un recordatorio constante de la importancia de la prevención y la protección de los más vulnerables.
El informe de la Comisión Independiente, coordinado por el Dr. Jaime Sepúlveda, no hace más que poner en blanco y negro la realidad, utilizando datos oficiales, públicos y verificables. Más allá de las simpatías o antipatías que puedan generar los miembros de la comisión, lo cierto es que los números hablan por sí solos, pintando un panorama desolador que exige una reflexión profunda.
¿Pudo haberse evitado tanta muerte? El informe sugiere que sí, señalando la segunda ola, entre diciembre de 2020 y enero de 2021, como un punto de inflexión donde las decisiones tomadas tuvieron consecuencias devastadoras. Mientras el mundo implementaba medidas sanitarias basadas en la evidencia científica y las recomendaciones internacionales, México seguía un camino diferente, un camino que, a la luz de las cifras, resultó trágico.
Y en medio de este escenario de dolor y cuestionamientos, surge el nombramiento de Hugo López Gatell como representante de México ante la OMS. Una decisión que ha generado controversia, vista por muchos como una afrenta a las víctimas y un despropósito diplomático. Un cargo inexistente, creado a medida, que consume recursos que podrían destinarse a fortalecer el sistema de salud, a atender las necesidades de los huérfanos, a honrar la memoria de quienes perdieron la vida.
Desde la conferencia mañanera se intenta desacreditar el informe, sin embargo, no se refuta ni un solo dato, ni una sola cifra. Se defienden las credenciales académicas de López Gatell, pero se ignora su actuación durante la pandemia, sus decisiones que contradijeron la evidencia científica y las recomendaciones de la OMS. Se olvida el juramento hipocrático, ese compromiso sagrado de utilizar los conocimientos médicos en beneficio de la vida del paciente.
La justicia exige rendición de cuentas. No se trata de persecución política, sino de asumir la responsabilidad por las decisiones tomadas, por las consecuencias de esas decisiones. López Gatell debería estar frente a un juez, respondiendo a las preguntas que aún resuenan en el aire, en lugar de disfrutar de una cómoda estancia en Ginebra, a expensas del pueblo mexicano. La memoria de las víctimas, el dolor de las familias, la herida aún abierta del país, exigen justicia, exigen verdad.
Fuente: El Heraldo de México