
4 de julio de 2025 a las 09:30
Bukele: ¿Héroe o Villano?
El "modelo Bukele" se extiende como una sombra ominosa sobre América Latina, prometiendo una solución rápida y brutal a la inseguridad. Desde las calles de San Salvador hasta los pantanos de Florida, la tentación del autoritarismo disfrazado de eficiencia se propaga con una velocidad alarmante. Lo que comenzó como una política interna en El Salvador, con la suspensión de derechos fundamentales y la creación del CECOT, una mega cárcel que recuerda a las distopías orwellianas, se ha convertido en una macabra exportación.
La imagen de miles de presos hacinados, rapados, encadenados y tratados como ganado, difundida con orgullo por el propio gobierno salvadoreño, debería ser un llamado de atención. Sin embargo, para muchos, esta imagen representa la eficacia y la mano dura que anhelan ante la creciente inseguridad. La popularidad de Bukele, alimentada por la desesperación y el miedo, se convierte en el combustible que propaga este incendio autoritario.
La condecoración de Bukele en Costa Rica, un país tradicionalmente defensor de los derechos humanos, es una señal profundamente preocupante. El aplauso a un modelo que pisotea las garantías fundamentales a cambio de una supuesta paz, marca un peligroso precedente en la región. ¿A qué precio estamos dispuestos a comprar la tranquilidad? ¿Vale la pena sacrificar la democracia y los derechos humanos en el altar de la seguridad?
La influencia de Bukele no se limita a Centroamérica. En Argentina, el gobierno de Javier Milei estudia con interés el régimen de excepción salvadoreño, mientras que en Panamá, el presidente Mulino ha lanzado su propio plan de seguridad, "Panamá 3.0", claramente inspirado en el modelo Bukele. La sombra del autoritarismo se alarga, amenazando con cubrir el continente.
Y como si faltara algo, el espectro de este modelo llega incluso a Estados Unidos, con la propuesta de "Alligator Alcatraz", una cárcel para migrantes en Florida rodeada de caimanes. Respaldada por el equipo de Donald Trump, esta iniciativa lleva la lógica del castigo y la disuasión por el terror a un nuevo extremo. ¿Qué diferencia hay entre los presos encadenados en El Salvador y los migrantes rodeados de caimanes en Florida? En ambos casos, la dignidad humana se sacrifica en nombre de una seguridad mal entendida.
El problema radica en la seductora simplicidad del populismo punitivo. Ante la complejidad del crimen y la ineficacia de las instituciones, la promesa de orden y castigo inmediato resulta irresistible para muchos. Pero el precio a pagar es demasiado alto: la pérdida del debido proceso, la restricción de las libertades civiles, la concentración del poder en el Estado y la erosión de la dignidad humana.
Aceptar sin crítica el modelo Bukele y sus imitaciones es un camino peligroso hacia el autoritarismo. La verdadera medida de una democracia no es la cantidad de cárceles que construye, sino el respeto a los derechos de todos, especialmente de los más vulnerables. Cuando normalizamos la brutalidad, el encierro y la humillación, estamos poniendo en riesgo nuestra propia libertad. El futuro de la democracia en la región depende de nuestra capacidad para resistir la tentación del autoritarismo y defender los derechos humanos, incluso – y sobre todo – de aquellos que nadie quiere defender.
Fuente: El Heraldo de México