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4 de julio de 2025 a las 09:30
A los 64: ¿Y tú qué harás?
El silencio que deja tras de sí el cierre de USAID es ensordecedor. Más allá de las cifras, de los millones de dólares que representaba en ayuda internacional, se percibe una ausencia más profunda, una grieta en el tejido global de la cooperación y el desarrollo. Sesenta y cuatro años dedicados a la construcción de un mundo más justo, más equitativo, más sano, se esfuman como un suspiro, dejando un reguero de preguntas y un futuro incierto para innumerables proyectos e iniciativas en todo el planeta.
Desde la lucha contra enfermedades devastadoras como la polio, la malaria y el VIH/SIDA, hasta el fortalecimiento de instituciones democráticas y la promoción de los derechos humanos, la huella de USAID es innegable. ¿Quién llenará ahora ese vacío? ¿Quién tomará la batuta en la ardua tarea de combatir la pobreza, promover la educación, garantizar el acceso al agua potable y enfrentar los desafíos del cambio climático en las regiones más vulnerables del mundo?
La decisión del gobierno de Trump, motivada por una visión miope y aislacionista, no solo pone en riesgo la vida y el bienestar de millones de personas, sino que también socava los cimientos mismos del multilateralismo y la cooperación internacional. El argumento de que los programas de USAID se alejaban de los intereses estadounidenses es, cuanto menos, falaz. La estabilidad global, la prosperidad compartida y la defensa de los valores democráticos son, sin duda, intereses vitales para cualquier nación, incluyendo a Estados Unidos.
El desmantelamiento de USAID no es un hecho aislado. Forma parte de una estrategia más amplia de repliegue de Estados Unidos en el escenario internacional, un abandono de su rol histórico como promotor del desarrollo y la democracia. Este repliegue crea un vacío de poder que otros actores, con agendas menos altruistas, podrían estar dispuestos a llenar.
La reflexión que se impone en este momento trasciende las fronteras de Estados Unidos. Es una reflexión global que debe involucrar a gobiernos, organismos internacionales, organizaciones de la sociedad civil y a la academia. ¿Cómo podemos, colectivamente, asegurar la continuidad de los programas esenciales que USAID deja atrás? ¿Qué nuevas alianzas debemos forjar para garantizar que la ayuda al desarrollo no se convierta en una herramienta de manipulación política o económica?
La paradoja es cruel. En el mismo año en que USAID cumplía 64 años, se decretaba su fin. Como en la canción de los Beatles, el mundo se pregunta si aún la necesitaremos. La respuesta es un rotundo sí. Necesitamos más que nunca una USAID, o su equivalente, que encarne los valores de la solidaridad, la cooperación y la justicia global. Cerrar la puerta a USAID es cerrar la puerta a la esperanza para millones de personas. Es hora de abrir nuevas puertas, de construir nuevos puentes, de reinventar la cooperación internacional para un mundo más justo y sostenible. El legado de USAID no debe morir. Debe inspirarnos a seguir trabajando por un futuro mejor para todos.
Fuente: El Heraldo de México