
4 de julio de 2025 a las 00:20
Tragedia en Hidalgo: Hombre ahogado en presa
La tragedia vuelve a teñir las aguas de una presa. Esta vez, La Estanzuela, en Hidalgo, ha sido testigo silencioso del fallecimiento de un hombre de 32 años, tras caer en sus profundidades la noche del martes. El eco de la desesperación resonó en las orillas cuando, alrededor de las nueve de la noche, los gritos de auxilio alertaron a los pobladores. Un hombre y una mujer luchaban contra la corriente, una batalla desigual contra un enemigo silencioso e implacable. La joven, de aproximadamente 27 años, logró aferrarse a la vida, auxiliada por manos solidarias que se extendieron desde la orilla. Pero para él, la fuerza del agua fue implacable.
Desde ese instante, la esperanza se convirtió en una angustiosa espera. Autoridades municipales, Protección Civil, buzos de la Secretaría de Seguridad Pública de Hidalgo, agentes de la Subsecretaría de Operación Policial y la Policía de Mineral del Chico se unieron en una carrera contra el tiempo. La búsqueda se prolongó hasta el jueves por la mañana, cuando finalmente el cuerpo fue rescatado de las profundidades. Un hallazgo que confirma el peor de los temores y que nos recuerda, una vez más, la fragilidad de la vida. La escena, con el cuerpo a un lado del embalse, mientras personal ministerial inicia las investigaciones, es un crudo recordatorio del peligro que se esconde bajo la aparente calma de las aguas.
Este lamentable suceso evoca un episodio similar ocurrido apenas unos días antes en la presa de Mompaní, Querétaro. Una tarde de esparcimiento familiar se transformó en una pesadilla, impulsada por los efectos del alcohol. Una discusión, una decisión impulsiva, y el agua se tragó la vida de un padre de familia que intentaba rescatar a su esposa. La oscuridad, las corrientes traicioneras y la intoxicación etílica conformaron un cóctel letal. Los hijos, testigos mudos de la tragedia, quedaron bajo el resguardo de familiares, mientras la madre, sobreviviente con el peso de la culpa, recibía atención médica por una crisis nerviosa. Dos historias, dos escenarios distintos, pero un mismo denominador común: la imprudencia ante el peligro silencioso de las presas.
No se trata de demonizar estos cuerpos de agua, vitales para el control de inundaciones, el suministro de agua y la generación de energía. Se trata de comprender que su función no es recreativa. Sus características, diseñadas para la retención de agua, las convierten en trampas mortales para los nadadores desprevenidos. Lados empinados y resbaladizos que impiden salir del agua, profundidades variables y repentinas, y temperaturas gélidas que pueden provocar un shock térmico y afectar la respiración y la musculatura, son solo algunos de los peligros ocultos.
La aparente tranquilidad de la superficie esconde corrientes traicioneras generadas por bombas o maquinaria submarina, capaces de arrastrar a los nadadores sin previo aviso. La ausencia de señalización y equipos de salvamento en áreas remotas dificulta aún más las labores de rescate, reduciendo las posibilidades de supervivencia. El llamado de las autoridades es claro y contundente: evitar nadar en presas. No se trata de prohibir el disfrute de la naturaleza, sino de promover una cultura de prevención y responsabilidad. La vida es un regalo invaluable, no la arriesguemos en lugares que no están diseñados para la recreación acuática. Informémonos, respetemos las indicaciones y optemos por alternativas seguras para disfrutar del tiempo libre. La prudencia, en este caso, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Fuente: El Heraldo de México