
3 de julio de 2025 a las 09:36
El voto perdido de Orwell y Harari
La sombra de Orwell se alarga sobre México. El omnipresente "Gran Hermano", ese ente vigilante que el autor británico plasmó con maestría en su obra maestra 1984, parece estar cobrando vida en nuestro presente. La recién aprobada Ley del Sistema Nacional de Investigación e Inteligencia en Seguridad Pública, eufemísticamente disfrazada bajo el manto de la "coordinación y cooperación", despierta los fantasmas de un Estado intrusivo, capaz de penetrar en los recovecos más íntimos de la vida ciudadana. ¿Acaso no resuenan en nuestros oídos las advertencias de Orwell sobre el control de la información, la manipulación de la historia y la supresión del pensamiento crítico?
La distopía orwelliana, antaño relegada al ámbito de la ficción, encuentra un eco inquietante en el análisis de Yuval Noah Harari sobre el poder de los datos en el siglo XXI. Harari, con la lucidez que lo caracteriza, nos alerta sobre la conversión de nuestros datos personales en la moneda de cambio más valiosa, un activo codiciado por gobiernos y corporaciones. La capacidad de los algoritmos para diseccionar nuestras preferencias, nuestros hábitos, incluso nuestras emociones, nos coloca en una posición de vulnerabilidad sin precedentes. El "hackeo del ser humano", como lo denomina Harari, se convierte en una amenaza tangible.
En México, la nueva ley otorga a instituciones como la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, la Guardia Nacional y el Centro Nacional de Inteligencia un acceso prácticamente irrestricto a nuestras bases de datos. Información biométrica, médica, fiscal, bancaria, telefónica… Un tesoro de datos personales al alcance de la mano, sin la necesidad de una orden judicial, sin la garantía de un debido proceso. ¿Dónde queda entonces el derecho a la privacidad? ¿Qué límites se imponen a la voracidad del Estado?
Esta concentración de poder en manos del gobierno, sin mecanismos de control ciudadano efectivos, representa un peligro latente para la libertad individual. La asimetría de información se traduce en una asimetría de poder, donde el ciudadano queda expuesto e indefenso ante la mirada inquisidora del Estado. Imaginemos las consecuencias: la autocensura, el temor a expresar opiniones disidentes, la erosión de la confianza en las instituciones.
Si Orwell y Harari fueran testigos de la realidad mexicana, seguramente alzarían la voz en señal de protesta. Orwell, quizás, estaría reescribiendo su obra, no como una advertencia futurista, sino como un crudo relato de los errores del presente. Harari, por su parte, nos recordaría la urgencia de proteger nuestros datos, de establecer límites claros al poder de la vigilancia, de defender la autonomía del individuo frente a la maquinaria estatal. El futuro de nuestra libertad, en última instancia, depende de ello.
La aprobación de esta ley nos obliga a reflexionar sobre el tipo de sociedad que queremos construir. ¿Una sociedad basada en la confianza y el respeto a los derechos fundamentales, o una sociedad sometida al control y la vigilancia permanente? La respuesta, como siempre, está en nuestras manos. Es hora de despertar, de exigir transparencia y rendición de cuentas, de defender la privacidad como un derecho inalienable. El fantasma de Orwell nos acecha, pero aún estamos a tiempo de conjurarlo.
Fuente: El Heraldo de México