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3 de julio de 2025 a las 09:36

Crítica mordaz de Malva Flores

En un mundo inundado de reseñas superficiales y elogios vacíos, la voz de Malva Flores resuena con la fuerza de una clarinada llamando a la razón. Su nuevo libro, Manual para el crítico literario en emergencias, no es simplemente un conjunto de directrices, sino una declaración de principios en defensa del juicio crítico, un valor que, según la autora, se encuentra en peligro de extinción.

Flores, con la agudeza que la caracteriza, diagnostica un malestar profundo en el ecosistema literario actual: la corrección política, erigida como un dogma incuestionable, ha amordazado la crítica, convirtiéndola en un ejercicio de complacencia donde el miedo a la "cancelación" pesa más que la honestidad intelectual. "Vivimos en tiempos donde se premia el silencio cómplice", afirma la escritora, "y donde el disentir, incluso con argumentos sólidos, puede tener consecuencias devastadoras".

El empobrecimiento del lenguaje crítico es otra de las preocupaciones que la autora explora en su obra. La proliferación de una jerga académica, repetitiva y hueca, ha uniformizado el análisis literario, impidiendo la apreciación de la singularidad de cada obra. "Se habla de literatura como si todas las obras fueran la misma", lamenta Flores, "y esa homogeneización del discurso empobrece la experiencia lectora".

La autocensura, especialmente entre los críticos jóvenes, alimenta este círculo vicioso. El temor a ser tachados de insensibles o retrógrados, sobre todo al analizar obras de autores pertenecientes a minorías, ha generado una parálisis en el ejercicio crítico. Flores, sin embargo, se muestra tajante en este punto: "La identidad del autor no debe ser un escudo contra la crítica. Un mal libro es un mal libro, independientemente de quién lo haya escrito. Confundir la literatura con la denuncia social es un error que nos perjudica a todos".

Para Flores, la literatura debe ser, ante todo, literatura. Si bien reconoce el valor del testimonio y la importancia de visibilizar realidades sociales, insiste en que la dimensión estética no puede ser sacrificada en aras de la denuncia. “La belleza también denuncia”, afirma, “pero una obra literaria debe aspirar a algo más que a la simple exposición de una problemática. Debe conmovernos, interpelarnos, transformarnos”.

La crítica, en este contexto, se convierte en una herramienta fundamental para orientarnos en el laberinto literario, para discernir entre la obra genuina y la impostura. Sin embargo, la autora observa con preocupación el declive de los espacios dedicados a la crítica en los medios de comunicación. "Las secciones culturales se han reducido a su mínima expresión", señala, "y los medios prefieren el espectáculo efímero a la reflexión profunda. Esto tiene consecuencias graves en la formación de una sociedad, en su capacidad para dialogar con su propia cultura”.

En cuanto al panorama de la lectura en México, Flores no se anda con rodeos: "Estamos peor que nunca. Y no se trata solo de una cuestión de hábitos, sino de una decisión política. Las autoridades han dado la espalda a nuestra tradición literaria, y un país sin memoria cultural está condenado a perder su identidad".

Ante este escenario desalentador, Manual para el crítico literario en emergencias se presenta como una guía, una brújula para navegar en las turbulentas aguas de la literatura contemporánea. Un llamado a recuperar la pasión por la lectura, la sensibilidad crítica y el coraje para expresar una opinión honesta, sin concesiones a la corrección política o a las modas pasajeras.

Para las nuevas generaciones de críticos, Flores ofrece un último consejo: "Olviden la jerga académica, vuelvan a las palabras vivas, a la experiencia directa del texto. Y no tengan miedo de admirar. La admiración es el punto de partida de toda gran crítica".

Fuente: El Heraldo de México