
2 de julio de 2025 a las 09:45
Juventud mexicana: ¿Un futuro polarizado o la clave del cambio?
La creciente polarización que nos aqueja no es un accidente, sino el síntoma de una época marcada por la desconfianza y el triunfo del rencor sobre la razón. En México, como en el resto del mundo, vemos cómo la sensatez pierde terreno frente a la estridencia. Sin embargo, la juventud mexicana tiene la oportunidad de romper este círculo vicioso y construir un futuro diferente.
El debate en torno a la "Ley Espía" nos obliga a reflexionar sobre el delicado equilibrio entre seguridad nacional y libertades individuales. No se trata de oponerse a la inteligencia del Estado, sino de exigir mecanismos de control y transparencia que impidan abusos y protejan nuestros derechos. La creación de un Órgano de Supervisión de Inteligencia, compuesto por expertos independientes en áreas como derechos digitales, salud y derecho, y con una importante representación juvenil, sería un paso crucial para generar confianza y legitimidad. Este órgano tendría la facultad de auditar las solicitudes de acceso a datos sensibles, publicar informes sobre posibles irregularidades y evaluar periódicamente la eficacia del sistema. Imaginen la tranquilidad de saber que existe un ente vigilante, comprometido con la protección de nuestra privacidad.
En el ámbito de la salud, la seguridad de los datos médicos es fundamental. Debemos garantizar la trazabilidad del expediente clínico, pero con un único fin: optimizar la atención médica. Cualquier otro uso debe ser inaceptable. La información sensible de los pacientes no puede ser moneda de cambio ni objeto de manipulación.
Las recientes sanciones impuestas por Estados Unidos a bancos mexicanos por presunto lavado de dinero vinculado al narcotráfico nos obligan a mirar de frente la opacidad que aún persiste en nuestro sistema financiero. La intervención de la CNBV es una medida necesaria para proteger a los cuentahabientes, pero no suficiente para sanar las heridas de fondo. La verdadera solución radica en fortalecer los mecanismos de control, promover la transparencia y castigar con severidad a quienes se lucran con la ilegalidad. No podemos aspirar a un país próspero si su sistema financiero es vulnerable a la corrupción y la impunidad.
La complicidad – por acción u omisión – de algunas instituciones financieras con el narcotráfico es una traición a la confianza ciudadana. Mientras miles de mexicanos mueren víctimas de la violencia generada por el crimen organizado, algunos se enriquecen a costa del sufrimiento ajeno. Exigir un sistema de salud digno y funcional es una burla si permitimos que otros sectores lo sabotean desde adentro. La solución no está en las declaraciones vacías, sino en la acción concreta: blindar los procesos, certificar los estándares y comprender que la confianza financiera es también una condición para la salud pública. El dinero sucio se traduce en violencia, sobornos, fentanilo y muerte.
El conflicto entre Israel e Irán, aunque geográficamente distante, nos recuerda la fragilidad de la paz. La acumulación de poder sin control y el odio enquistado pueden desencadenar consecuencias devastadoras. Este escenario, aunque lejano, debería servirnos de espejo. En México, libramos una guerra interna contra el narcotráfico, la impunidad y el miedo. Una guerra que se ha normalizado, que ha dejado de sorprendernos. Miles mueren sin que suenen las alarmas. Territorios enteros están bajo el control del crimen. La desesperanza se extiende como una plaga silenciosa.
No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia. La estabilidad no se hereda, se construye. La paz no se proclama, se defiende. La democracia no se celebra, se ejerce. Y si la juventud mexicana no se involucra activamente en este proceso, otros decidirán el futuro del país.
No es momento de tibiezas. Es momento de asumir la responsabilidad de cuidar nuestras instituciones, de reformarlas cuando sea necesario, de exigir transparencia y rendición de cuentas, pero también de proponer soluciones. De construir, desde la crítica constructiva y la participación activa, el México que queremos.
Por ese México que soñamos, siempre valdrá la pena luchar.
Fuente: El Heraldo de México