
2 de julio de 2025 a las 18:05
Justicia para el crimen pasional
La sombra de la violencia machista vuelve a cernirse sobre Argentina con la condena a cadena perpetua de Nahuel Casco por el feminicidio de Lucía Mujica, de tan solo 24 años. Un caso que conmocionó a la sociedad de San Antonio de Areco y que, tras casi tres años de investigación y proceso judicial, finalmente ha visto la luz de la justicia. La historia de Lucía, truncada brutalmente la madrugada del 13 de noviembre de 2022, es un recordatorio desgarrador de la vulnerabilidad de las mujeres ante la violencia de género.
El Tribunal Oral en lo Criminal N°4 del Departamento Judicial de Mercedes, tras un exhaustivo análisis de las pruebas presentadas, determinó de forma unánime la culpabilidad de Casco. La autopsia reveló la crudeza del crimen: Lucía murió a causa de un paro cardíaco, traumatismo de cráneo y una hemorragia cerebral, además de sufrir graves quemaduras en gran parte de su cuerpo. Un cóctel de violencia que dejó en evidencia la brutalidad del ataque. La sentencia, que incluye los agravantes de ensañamiento y violencia de género, refleja la gravedad del delito y la determinación de la justicia argentina de aplicar la máxima pena contemplada por la ley.
El silencio del acusado durante el juicio, su ausencia al momento del veredicto y sus escuetas disculpas en la fase de alegatos, sin aportar ninguna explicación sobre los hechos, dibujan el perfil de un hombre que no solo arrebató la vida a una joven, sino que también intentó eludir su responsabilidad ante la justicia y la sociedad. La defensa, en un intento por mitigar la condena, solicitó una reducción de la pena a 20 años, una petición que fue denegada por los jueces al considerar las pruebas irrefutables y la premeditación del crimen, agravado por la violencia extrema ejercida.
El fiscal Adrián Landini, con una sólida acusación basada en pericias forenses y testimonios, reconstruyó el macabro escenario del crimen. Golpes en diferentes partes del cuerpo, incluyendo rostro y cuello, un vidrio incrustado en la espalda – posiblemente resultado de la resistencia de Lucía ante el ataque- conforman un relato escalofriante. La quema del departamento, un intento desesperado por ocultar el asesinato y simular un accidente, se convirtió en una prueba más en su contra, demostrando la frialdad y el cálculo del agresor. Las llamas, lejos de borrar las huellas del crimen, iluminaron la verdad.
El dolor de la familia de Lucía, palpable en cada palabra de su madre, Majo, refleja la herida profunda que deja la violencia de género. Si bien la sentencia ofrece un cierto alivio, el vacío que deja la ausencia de Lucía es irreparable. La incertidumbre sobre las razones que llevaron a Casco a cometer semejante atrocidad atormenta a la familia. "¿Por qué lo hizo?", se pregunta Majo, con la resignación de quien sabe que nunca obtendrá una respuesta satisfactoria. Cualquier nimiedad, una discusión, el fin de la relación, podrían haber sido el detonante de la furia asesina.
El caso de Lucía Mujica se suma a la larga lista de víctimas de feminicidio en Argentina, un flagelo que exige una respuesta contundente de la sociedad. La justicia, con esta condena ejemplar, envía un mensaje claro: la violencia contra las mujeres no quedará impune. Sin embargo, la lucha continúa. Es necesario redoblar los esfuerzos en la prevención, la educación y la protección de las mujeres para erradicar esta lacra que sigue segando vidas y dejando un rastro de dolor imborrable.
Fuente: El Heraldo de México